La mayoría de inmigrantes en los albergues de Tijuana son mexicanos
Dicen huir de la delincuencia y extorsión que azota los estados del sur del país con la esperanza del asilo en EEUU
Rubén López sobrevivió tras recibir siete disparos, en represalia porque se negó a colaborar con delincuentes en el sureño estado mexicano de Guerrero.
“Él tenía dos taxis, lo asaltaron en septiembre y le quitaron uno… Como ahí llevaba documentos, supieron nuestra dirección y llegaron a [la casa] a querer matarlo”, dijo a La Opinión la esposa Rubén, la señora Zeferina.
Los matones entraron al patio de la casa y cuando Rubén salió, le dispararon.
“Apenas lo curaron, nos venimos a Tijuana a pedir asilo. Mi esposo venía todavía con las heridas abiertas”, dijo la madre de ocho hijos —la mayor de 18 años de edad y la menor de 2 años.
Abandonaron todo, la casa y el segundo taxi. Encargaron a conocidos que trataran de vender algunas de sus pertenencias para que les enviaran dinero, porque salieron con muy pocos recursos.
Mientras la familia espera en un refugio de Tijuana turno para pasar a San Diego (California) a solicitar asilo, Rubén ha podido conseguir trabajos ocasionales.
Explica que en un costado todavía tiene una bala, que si la sacaran, podría poner en riesgo la vida del ex taxista.
La única ventaja de esa bala, dice su esposa, es que “es una prueba que traemos para pedir el asilo” a EEUU.
Cobro por el piso
Otra persona que dejó su estado natal fue la señora Consuelo, quien explicó —sin revelar su apellido— que llegó en noviembre de 2019 a Tijuana desde el estado de Michoacán también para huir de delincuentes que “nos querían cobrar por vivir en nuestra casa”.
“Es una casa propia. Nosotros compramos el terreno y construimos a lo largo de unos años, pero ahora [los delincuentes] llegan y exigen que se les pague como si fuera una renta, o sacan a las personas de sus casas y ellos las ocupan, como sitios de seguridad”, dijo Consuelo.
Cuenta que salió de Michoacán con su hija. Por ahora, ambas buscan trabajo en Tijuana mientras aguardan turno para cruzar la frontera a EEUU a solicitar asilo.
Mexicanos a la frontera
Las dos familias son parte de una nueva oleada de ciudadanos mexicanos que en aumento desde hace unos meses llegan a la frontera —en especial a Tijuana— a la espera de refugiarse en suelo estadounidense de la violencia que registran estados como Guerrero y Michoacán.
“Es una tendencia que comenzó más o menos en octubre [de 2019] y que ha crecido gradualmente al paso de las semanas”, dijo el pastor Albert Rivera, administrador del albergue Ágape en Tijuana.
“Desde que el presidente [Andrés Manuel] López Obrador declaró que su gobierno no va a combatir al narcotráfico ni a los delincuentes organizados, esos grupos comenzaron a hacerles peores cosas a la gente y el resultado es que cada vez hay más familias que huyen y llegan a Tijuana en busca de asilo”, explicó el pastor.
Según el administrador, cuando a mediados de octubre las autoridades detuvieron en México al hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán y luego lo dejaron en libertad, parecieron enviar el mensaje equivocado de que el crimen organizado no va a ser perseguido.
“Y como resultado, aumentaron las actividades de los delincuentes y más familias vienen a la frontera”, comentó Rivera.
Por lo menos, durante la última semana de diciembre, el 60% de los migrantes en el albergue Ágape fue de familias mexicanas que llegaron a Tijuana en busca de asilo en EEUU. Se trata de poco más de 120 personas, incluidos niños, que salieron principalmente de Guerrero y Michoacán para huir de la violencia.
Antes de octubre, había familias mexicanas en Ágape, pero la mayoría eran centroamericanas —principalmente de Guatemala, Honduras y El Salvador.
Mayoría en los albergues
En el refugio de La Pequeña Haití, el pastor Gustavo Banda —coordinador del lugar— comentó que al cierre de 2019 tuvo migrantes de Honduras, Guatemala, El Salvador, Haití, Chile, Venezuela y México.
“Pero definitivamente ahorita los mexicanos son la mayoría, comenzaron a llegar más familias mexicanas en los últimos meses”, indicó.
También el administrador del refugio Juventud 2000, José María “Chema” García Lara, coincidió que “entre el 60% a 65% de las personas que tenemos en el albergue son mexicanas”.
“Aunque el flujo de mexicanos que buscan asilo en la frontera siempre ha estado, últimamente se ha incrementado y se nota. Vemos un incremento de violencia y delincuencia en estados del sur [de México]”, dijo García Lara.
Tanto Guerrero como Michoacán se ubican entre los estados con mayores índices de violencia y homicidios en México, pero aparte de las muertes los delincuentes controlan zonas mediante robos, secuestros, extorsiones, asaltos y amenazas de muerte.
La señora Zeferina explicó que, aunque vivía con su familia en una zona urbana, “ahí los que controlan son los delincuentes… Ni la policía, ni el Ejército o la Marina entran o se quedan. La situación es peor en la sierra, ahí suceden cosas peores de las que no nos enteramos”.