Director de ‘Trouble with the Curve’ habla de Clint Eastwood
Robert Lorenz debuta como director, tras años de producir los filmes de Clint Eastwood, con 'Trouble with the Curve', que este protagoniza junto a Amy Adams y Justin Timberlake.
Su relación profesional empezó en 1994, durante el rodaje del drama The Bridges of Madison, en el que Robert Lorenz fue el segundo ayudante de dirección de Clint Eastwood, quien llevó tareas de actor, productor, realizador y compositor en la cinta.
Después, Lorenz pasó a ser su ayudante de dirección en Absolute Power, Midnight in the Garden of Good and Evil, True Crime, Space Cowboys y Blood Work.
En esta última, aquel pasó a ser también el productor ejecutivo y terminó siendo acreditado como productor en Mystic River.
Desde entonces, Eastwood y Lorenz han sido director y productor de títulos como Million Dollar Baby, Flags of Our Fathers, Letters from Iwo Jima, Changeling, Gran Torino, Invictus, Hereafter y J. Edgar.
Para el célebre -y hoy controversial- protagonista de Dirty Harry es habitual rodearse de colaboradores fieles que, durante décadas, lo han ayudado a crear una de las filmografías más aclamadas de la historia del cine en diversas facetas.
Sin ir más lejos, en Trouble with the Curve, que Robert Lorenz ha elegido para debutar como director, este ha confiado en la diseñadora de vestuario Deborah Hopper, que ha trabajado con Eastwood durante más de 25 años o el editor Joel Cox, que lo ha hecho durante 35 años, entre otros.
Lorenz, que creció en Chicago y se mudó a Los Ángeles en 1989 para perseguir su sueño de ser director de cine -sus ídolos son Alfred Hitchcock, David Lean, John Ford y Ridley Scott-, explicó a ¡holaLA! que ser director “es la razón por la que empecé en este negocio. Fui primero ayudante de dirección porque pensé que era una buena forma de aprender y observar a otros directores. Lo que pasó es que empecé a trabajar con Clint [Eastwood]. Nos convertimos en amigos y a partir de ese momento me dio más responsabilidades. Producir no fue algo que había planeado, pero lo hice porque no pude decir ‘no’ a Clint”.
Trouble with the Curve -de la que se publica su crítica en el apéndice adjunto- versa en torno a Gus (Eastwood) un veterano analista de jugadores universitarios de baseball que observa cómo el mundo que conocía ha sido sustituido por las computadoras y los analistas imberbes.
Su hija Mickey (Amy Adams) se une a él en lo que podría convertirse en su último año trabajando para el equipo que lidera Vince (Robert Patrick) y donde trabaja su buen amigo Pete (John Goodman).
Gus y Mickey terminan en un pequeño pueblo del medio oeste norteamericano donde deberán enfrentarse a los desafíos de su relación, al tiempo que ella quizás descubra el amor que nunca ha conocido de manos de Johnny (Justin Timberlake), un joven analista que desea seguir los pasos de Gus.
Lorenz aprendió con Eastwood que la mejor forma de filmar era aprovechar el tiempo y no perderlo en demasiadas tomas.
“Si uno va rápido, cuantas menos tomas hayan, más alerta estará el equipo, más energía tendrá”, detalló el realizador. “Nadie se aburre, porque [si se va más lento] ese aburrimiento se refleja en la película. Así, que sí, rodé rápido, también para que Clint se sintiera cómodo”.
Eso no le llevó a temer que le faltara material a la hora de editar la cinta. “No, afortunadamente he trabajado lo suficiente observando a otros directores. Aunque no fuera el director, tengo la experiencia para saber lo que tengo que evitar y para estar seguro de lo que hago”, detalló.
Trouble with the Curve, continuó Lorenz, “es una historia simple, directa y única. Muchos piensan que estas son las películas más difíciles de hacer hoy en día porque el público prefiere argumentos más sofisticados. A mí me interesó porque estaba bien escrito, aunque [viniera firmada por] un guionista debutante. El guión es maduro y eso se refleja en el filme”.
A Eastwood lo acompañan actores carismáticos de renombre. Su selección “fue la parte más importante de este filme porque no se trata de una película espectacular”, prosiguió su director. “Fue decisivo contar con un buen reparto. Y tengo que agradecer a Clint el tener el que tengo [en Trouble with the Curve] porque si no hubiera sido por él, como director debutante, no hubiera podido contar con ellos”.
El resto del equipo, añadió, “sí, forman parte del equipo de Clint, pero eso significa que [también] forman parte del mío, porque llevo trabajando con todos ellos durante más de 20 años. A algunos los contraté yo. Si Clint no hubiera estado involucrado en esta película también hubiera trabajado con ellos”.
“Lo que sí quise fue distanciarme del estilo de Clint al hacer el filme. Por eso elegí un compositor distinto. Marco [Beltrami] es un músico al que admiro. Hablé con él antes de que empezara el rodaje y [me] entendió muy bien”.
Algo que Robert Lorenz quiere dejar claro -además de que no cree que la intervención de Eastwood en la convención republicana vaya a afectar la recepción comercial de la cinta- es que exista la percepción de que se trata de una película de baseball.
“No me preocupa que trate de baseball, porque el deporte es el paisaje de la película”, explicó. “Lo que importa es la relación entre un padre y su hija. Las relaciones con los otros personajes es lo secundario. Intenté hacer las escenas de baseball auténticas para la gente que entiende [de él], pero también lo suficientemente fácil para que no fuera un obstáculo para aquellos que no son fans”.
Aún así, se trata de una producción “a la antigua usanza”, un melodrama adulto sin efectos visuales o que pertenece a una franquicia. “Si no hubiera sido por Clint, hubiera sido difícil hacerla”, reconoció. “Él raramente actúa, y cuando lo hace, el estudio está encantado. Así que no fue difícil [obtener la luz verde] una vez le dijimos al estudio que Clint quería actuar [en el filme]”.
El estilo de actuar del autor de Unforgiven es peculiar. “Él nunca exagera. Al contrario”, detalló Lorenz. “Mucho del diálogo del filme no lo recitó. Supe desde el principio que él sería capaz de decir muchas cosas con sus ojos o sus movimientos. Con Clint Eastwood necesitas confiar en él, porque él sabe qué es lo que la audiencia espera de él, la conoce muy bien. Así que sabe perfectamente lo que funciona para él. Lo mejor es apartarse y dejarle hacer lo que cree que es mejor. Lo dirigí, pero también me di cuenta cuándo fue necesario que yo cerrara la boca”.
El secreto de la longevidad física -tiene 82 años- y profesional -siete décadas- de Eastwood cabe encontrarlo en varios aspectos.
“Su salud tiene mucho que ver: se cuida mucho, ejercita, come saludable, nunca ha sido un alcohólico o drogadicto…”, afirmó Lorenz, quien lo conoce desde mediados de los 90. “Es alguien que sabe cómo ser relevante, y sigue trabajando. Siempre se muestra interesado y entusiasta por hacer nuevos filmes, conocer a gente nueva, contar nuevas historias… Eso es lo que lo mantiene vivo y lo que hace su cine tan atractivo”.
Ya sé que este titular es muy previsible… pero ‘Trouble with the Curve’, el debut como director de Robert Lorenz, tiene muchos problemas. El principal, su guión, obra del también novato Randy Brown, quien divide su relato en dos partes: la relación de un veterano cascarrabias con su hija, con la que mantiene una cordial pero distante relación, y la supervivencia de aquel, como analista de jugadores de baseball, en unos tiempos en los que las computadoras hacen su trabajo, algunos dicen que mejor.
La idea no está mal, aunque el año pasado este último aspecto de la historia fue mostrado en la interesante ‘Moneyball’, con Brad Pitt, que adoptaba una posición más contemporánea.
El problema son los diálogos: Justin Timberlake, quien da vida a un joven que pretende seguir los pasos del personaje principal, a quien da vida Clint Eastwood, debe soportar algunas de las frases más ridículas que un actor jamás haya tenido que decir frente a una cámara (una de ellas hace referencia a los Kardashian y debería haber sido eliminada si el libreto hubiera sufrido una muy necesaria reescritura).
‘Trouble with the Curve’, clasificada PG-13, cuenta con la siempre revitalizante presencia de Eastwood, secundado por actores de gran carisma, como Amy Adams en el papel de su hija, el citado Timberlake (quien debería limitarse a ser un actor secundario, porque ahí es donde siempre brilla más) y secundarios tan logrados como John Goodman, colega y amigo del protagonista, y Robert Patrick, propietario del club de baseball donde estos dos trabajan, que tienen que lidiar con personajes cuyo devenir son previsibles e insustanciales.
Lorenz sigue con su artesanal pero poco relevante cámara los vaivenes de todos ellos, sin demasiada pasión.
El filme es un retrato simple de la vida de un puñado de personajes con muy poco qué decir.