El peso de los debates presidenciales
El próximo 3 de octubre se realizará el primero de tres debates entre los candidatos presidenciales Barack Obama (que busca la reelección) y Mitt Romney.
En momentos en que encuestas en estados clave —como Ohio y Florida— parecen inclinar la balanza hacia el lado de Obama, los debates presidenciales serían para Romney la última oportunidad antes de las elecciones del 6 de noviembre para revertir las tendencias desfavorables y convencer a una cantidad significativa de electores de que él es la mejor opción para llegar a la Casa Blanca.
Con todo, Romney parece tenerla cuesta arriba. Es probable que sus estrategas hayan calculado que su candidato llegaría a octubre en mejor forma de modo que los debates fuesen el cerrojazo final de su labor de demolición de la imagen del gobierno de Obama y le ganaran los votos de los estados indecisos.
En cambio, Romney llega a los debates mermado por los escándalos de su descalificación del 47% de la población y de su equívoca reacción ante los sucesos en las misiones diplomáticas de Estados Unidos en Libia y Egipto. Ha llegado con una situación económica que si bien dista mucho de ser adecuada es mejor que en años anteriores, lo que desinfla su ataque a la gestión de Obama. Ha llegado con creciente rechazo de grupos clave, como los hispanos, las mujeres y los votantes de la tercera edad, que no ven con buenos ojos sus ideas en temas de enorme relevancia social como inmigración, el acceso a la salud y Medicare. Romney habría querido dar la estocada en los debates, pero llega en posición de debilidad. Tendrá que dejar el resto para remontar y el riesgo de fallar es considerable.
Obama arriba en mejor posición. Podría bastarle salir a flote, pero un papel activo y punzante puede desactivar finalmente a Romney y ganarle la reelección. Y, ciertamente, aún queda margen para la sorpresa.