‘Life of Pi’ apuesta por la imaginación y pierde el rumbo (fotos)
Crítica de cine: 'Life of Pi', dirigida por Ang Lee, propone un viaje tan mágico, fantástico y emotivo, donde la imaginación vuela, hasta su tramposo y masticado final
El viaje emocional y pseudo-filosófico que propone Life of Pi es admirable.
Pocas veces, una gran producción de 100 millones de dólares, plantea desafíos narrativos y visuales de la envergardura de esta película del director de Taiwán, Ang Lee, reconocido por adaptaciones literarias como Sense and Sensibililty o The Ice Storm, así como por largometrajes como Crouching Tiger, Hidden Dragon y Brokeback Mountain.
Pero eso no quiere decir que durante la travesía, la cinta no se encalle, algo que sucede, de modo abrupto, durante sus últimos diez minutos, cuando todas las (peores) convenciones del cine comercial se acumulan una detrás de la otra, dejando de lado la apuesta por la imaginación hasta ese momento instaurada por Lee y el guionista David Magee (Finding Neverland), en favor de masticar hasta el último bocado los pormenores del argumento (y sus metáforas) con el fin de asegurarse que la audiencia lo entiende todo, coma por coma, punto por punto.
Quien a lo largo de los 110 minutos previos no entendiera que estaba ante un cuento —que narra cómo un joven sobrevive tras un naufragio a bordo de una barca con un tigre de bengala…— no se merece explicación alguna (es más, podría quedar contento con esa fábula acerca del poder del ser humano por enfrentarse a los mayores desafíos).
Pero que los responsables de Life of Pi se vean con la necesidad de martillear a la audiencia con cada posible interpretación del relato, basado en la novela de Yann Martel, es de una torpeza considerable… más aún teniendo en cuenta lo maravilloso y bien contado que era todo lo que se había detallado hasta ese minuto.
No obstante, y a pesar de ese final fallido, hay mucho que recomendar en Life of Pi.
Durante la mayor parte de Life of Pi, Lee, con un extraordinario y sutil empleo de las tres dimensiones, sumerge al espectador en una entrañable historia de amor, desesperación, familia, terror, amistad, violencia, esperanza y melancolía.
Todo ello funciona a la perfección gracias a las actuaciones de sus intérpretes, especialmente el debutante Sharma, capaz de expresar los vaivenes emocionales de Pi con una naturalidad exquisita, y a un trabajo impoluto de los artistas responsables de los efectos visuales (la mayoría de animales fueron creados a través de computadora).
En Life of Pi, clasificada PG-13, hay muchos instantes de una belleza visual simplemente mágica. Y, en más de una ocasión, las vivencias de Pi se transforman en las de uno porque, al fin y al cabo, su viaje de supervivencia es el viaje vital en el que todos nos embarcamos día a día.
Es una lástima que, debido a su final, el conjunto termine resultando menos imaginativo y fantástico de lo deseado.