El día que Márquez abrió las puertas de Presidencia (Fotos)
Enrique Peña Nieto recibió en Palacio Nacional a Juan Manuel Márquez, quien regaló al Presidente de México el guante con el que noqueó a Manny Pacquiao
MÉXICO, D.F.- El campeón Mundial de Boxeo Peso Wélter, Juan Manuel Márquez, miró con cariño el plumón negro antes de empezar a escribir un par de pensamientos que remató con su firma en cada uno de los guantes que regaló a Enrique Peña Nieto, presidente de México, en un breve homenaje en el salón de la Tesorería del Palacio Nacional.
El Presidente observó con detenimiento hasta el punto final y antes de que el púgil mexicano levantara la vista, lo palmeó en la espalda, le pasó la mano por el hombro y con una incontenible sonrisa rompió en aplausos y “gracias”.
Los puños con los que el Campeón de la Década de la WBO noqueó al filipino Manny Pacquiao el pasado 8 de diciembre llegaron así a la Presidencia tras un largo flirteo que se hizo público en 2011 cuando en la veda publicitaria de las campañas políticas el deportista usó en una pelea la insignia del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
“Yo había dedicado la pelea a mi familia, a mi país y sobre todo a Enrique Peña Nieto”, subrayó Márquez durante su discurso al que se presentó con la barba perfectamente delineada, vestido con un elegante traje negro cortado a la medida y una corbata roja.
Juntos, presidente y deportista, resumieron en pocas palabras que representan a “una nación de vencedores”, según la cita textual de Márquez. “Los mexicanos cuando se proponen algo lo logran”, dijo el uno. “Con tenacidad, empeño, esfuerzo y disciplina sí se puede”, complementó el otro.
En medio de los halagos mutuos, el pugilista alcanzó de manos de su promotor Fernando Beltrán una chamarra negra con franjas negras y amarillas en cuello y cintura y con la espalda bordada con la leyenda “Márquez por México”: un regalo más.
– ¡Póngasela!- le dijo.
Peña Nieto se quitó el saco y subió el cierre frontal. Luego tomó uno de los guantes para meter su mano derecha, entregó el otro a Márquez y ambos miraron a las cámaras de fotografía diestra a siniestra y con los pulgares de las manos libre levantados al cielo.
“Ahora estos guantes no son para noquear a nadie, sino para dar muchos triunfos a México”, aclaró un bromista Presidente, quien para este momento rompió el protocolo, ansioso por una explosión de euforia.
En la memoria del día de la pelea, recordó haberla visto en su rancho de Ixtapan de la Sal (120 kilómetros al sur de la capital): a través de la televisión vio un “knockout seco y derecho” y luego “pum, se acabó” hasta este día que tenía al boxeador a su lado.
Pidió entonces a los periodistas – el único auditorio presente- que aplaudieran al campeón pues los reporteros como observadores no aprueban ni desaprueban con las manos en ningún evento.
“¡Vamos, aplaudan a Juan Manuel!”, incitó. “Vamos, ¿quién los regaña?”, insistió.
Muchos respondieron y Peña se alegró hasta tal punto que pidió a todos acercarse: “Vengan aquí”, pidió a vez a los comunicadores. “Todos queremos una foto con el campeón”.
– ¿Cómo va esa nariz?- preguntó a Márquez.
– Bien, bien…
Los cordones de seguridad se abrieron ante una sorprendida guardia presidencial que se hizo a un lado: una improvisación impensable en la administración pasada.
Después de los flashes, Márquez dijo adiós y Peña salió a despedirlo. En medio de la euforia, prometió regresar para abrir las puertas de su oficina a los presentes y así lo hizo.
Minutos más tarde, el mandatario mexicano se convirtió en el primer guía de la zona más restringida del Palacio Nacional: la oficina presidencial. “Este es el salón del gabinete”, dijo extendiendo las manos para abarcar la amplitud del espacio construido en el porfiriato. “Aquí despacho, me alterno con Los Pinos”, siguió caminando por la biblioteca de libros guardados en vitrinas, “aquí el salón azul, allá el de embajadores…”