Tregua mara
Ha reducido la violencia pero no es la solución para este problema en El Salvador
Las Américas
Al cumplirse un año de la llamada “tregua mara” entre las dos principales pandillas que operan en El Salvador la Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 firmaron en la plaza pública de Apopa —al norte de la capital de El Salvador— un acta en la que comprometen a poner fin a la violencia que la convierte en la sexta municipalidad de este país centroamericano libre de violencia de pandillas
Por el proceso de distensión, las pandillas también decidieron recientemente dejar libres de violencia a cinco ciudades más del país: Ilopango, en la periferia este de San Salvador; Puerto de la Libertad, Santa Tecla y Quezaltepeque, en el central departamento de La Libertad, y Sonsonate, en el occidente
La declaración de municipios libres de violencia consiste en que los pandilleros no se maten entre sí, lo que redujo de 14 a cinco los homicidios diarios.
La llamada “tregua mara” fue establecida entre los líderes de la pandillas en los primeros días de marzo de 2012 en el penal de máxima seguridad llamado “Zacatrás” (nombre popular que recibe por estar ubicado en las afueras de la ciudad de Zacatecoluca y en referencia a la famosa prisión californiana de Alcatraz). La tregua fue acordada bajo los auspicios de la Iglesia Católica y un ex comandante guerrillero, Raúl Mijango, según el Gobierno, que niega haber negociado con los pandilleros.
Lo que es innegable para todas las partes es el resultado de ese polémico proceso: la reducción sustancial de los homicidios. Entre los períodos marzo-diciembre de 2011 y 2012 los homicidios bajaron de 3,697 a 1,761 (1,936 menos).
“Hoy tenemos aproximadamente 400 menos desapariciones que el año pasado”, dijo el general David Munguía Payés, ministro de Justicia y Seguridad. Es decir, que las desapariciones se han reducido en un 40.8%. Hay otras reducciones: los robos en un 5%; las extorsiones en un 9% y los homicidios en un 38.5%
“Tras varios estudios, cruces de ideas y de investigaciones, lo que concluyó el Gobierno es que entre las pandillas había una guerra: se mataban entre ellos. Necesitaban cada vez más logística e individuos para reponer a los muertos y a los presos”, explicael militar sobre la tregua.
“Dijimos que combatiríamos la criminalidad con inteligencia y hemos llevado este proceso de tregua, que es el inicio del desmontaje de la violencia en El Salvador”
Pero aclara el general: “Hacer prevención en medio de la guerra no da resultado. Y yo he puesto como ejemplo esto: ¿Hubiera dado resultado el Plan Marshall en Europa en medio de la guerra? ¡Claro que no! Hubo que esperar que la guerra terminara y luego llevar esos planes de desarrollo y esas inversiones que en medio de la guerra no se podía. Lo mismo nos estaba sucediendo acá en El Salvador.”
Sin tregua no había solución.
Mauricio Funes (presidente de El Salvador desde 2009) fue el primero en declarar ilegal la sola pertenencia a una pandilla criminal, a una mara. Añadido a esto, Funes autorizó al Ejército a participar en tareas policiales para intentar contener la violencia. Pero las medidas solo empezaron a tener efecto cuando las dos principales maras del país pactaron una tregua. Funes niega que el Gobierno impulsara ese acuerdo pero sí reconoce que se tomaron medidas para facilitarlo, como la reubicación carcelaria de ciertos jefes del crimen. Todo a cambio de que frenaran los homicidios.
Los traslados son una pieza dentro de las negociaciones que mantiene el gobierno.
“Los prisioneros de Zacatecoluca viven en un régimen de restricciones en el que nunca tienen contacto físico con sus visitantes, con quienes conversan a través de un vidrio. Viven en sus celdas con apenas tres horas de sol a la semana. Cada vez que uno de ellos sale a una audiencia judicial o a una diligencia médica deben permanecer en una celda de aislamiento, y no son introducidos a su celda hasta que no defequen frente a los custodios, para asegurarse de que no introduzcan ilícitos en sus entrañas. Es el único penal en el país con un régimen tan severo”.
Según las fuentes de inteligencia los traslados tienen una única razón: Llevar a los líderes más importantes de las dos principales pandillas a penales donde las medidas de seguridad son más laxas, para que ellos tengan más facilidad para difundir el mensaje a los demás jefes encarcelados, que a su vez deben comunicarse con sus líderes en libertad para que ellos bajen el mensaje a los demás.
Con una mayor eficacia policial y con este pacto entre pandillas que ya dura un año se han rebajado los homicidios en un 40%. Además, el pacto ha propiciado un proceso de desarme bajo la supervisión de la OEA.
¿Esto resuelve el problema? No, para nada.
Aunque las pandillas han estado presentes a lo largo de dos décadas, su profesionalización y proliferación solo ha podido ocurrir en un Estado que por acción o por omisión, ha sido incapaz de articular una oferta de inclusión real a este segmento de la población salvadoreña.
Toda solución sostenible al fenómeno de las pandillas pasa necesariamente por la adopción de políticas integrales de atención al fenómeno de la violencia juvenil