La reforma migratoria no es un juego de niños
En el 2010 el DREAM Act se presentó como proyecto independiente cuando los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso. En diciembre de ese año el plan se aprobó en la Cámara Baja en votación 216-198. Sólo ocho republicanos votaron a favor del plan. Los republicanos votaron casi en bloque en contra del DREAM Act y a ellos se sumaron 38 demócratas para completar los 196 votos en oposición. Finalmente murió en el Senado al no acumular los 60 votos requeridos para avanzar.
El 15 de junio de 2012, en medio de la elección presidencial, el presidente Barack Obama amparó a los Dreamers de la deportación mediante la Acción Diferida o DACA que les concede además permisos de trabajo. DACA se logró por la persistencia de los Dreamers que no aceptaron un no como respuesta y probaron que sí podían ser amparados administrativamente.
Pero DACA es un alivio temporal. Por ende, tras la reelección de Obama, se redobló la presión para lograr una reforma migratoria amplia que amparara no sólo a los Dreamers sino a todos los indocumentados ofreciéndoles una vía a la ciudadanía.
A casi un año de anunciarse DACA, el 6 de junio, la Cámara Baja de mayoría republicana aprobó una enmienda al proyecto de gastos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) para quitarle los fondos al plan de Acción Diferida. La enmienda, de uno de los líderes antiinmigrantes camerales, Steve King (R-IA), tuvo el apoyo de 220 de los 234 republicanos de la Cámara Baja.
Y ahora, el liderazgo republicano de la Cámara Baja, negado a considerar el plan del Senado, descubrió súbitamente que los Dreamers no decidieron llegar voluntariamente a este país sin documentos, que son estadounidenses en todo el sentido de la palabra, excepto por los documentos que lo comprueben, y que merecen ser legalizados, surgiendo así el KIDS Act, una versión republicana del Dream Act.
La Dreamer María Fernanda Cabello, organizadora de United We Dream, no parece impresionada con la propuesta, aunque la beneficiaría: “Queremos que nuestros legisladores impulsen legislación que ayude a los Soñadores y a nuestras familias. No sólo a los Soñadores”.
Muchos se preguntarán qué tiene de malo la primera medida republicana, el KIDS Act, que ofrecería algún alivio migratorio a un sector de los indocumentados. Se preguntarán también por qué personas que han abogado por el Dream Act cuestionen ahora a este plan.
Pero los cuestionamientos al KIDS Act nada tienen que ver con que sea un plan republicano. Se cuestionan las intenciones y el momento en que se presenta.
Quienes han abogado por el Dream Act desde su presentación hace más de una década lo impulsaron en el 2010 cuando quedó claro que el panorama político impediría el avance de una reforma migratoria amplia. La idea era amparar aunque fuera a esos jóvenes. El Dream Act representaba en el 2010 la oportunidad de dar un primer paso hacia la anhelada reforma migratoria amplia.
Pero mucho ha cambiado en tres años. Pero en lugar de aprovechar esta histórica oportunidad, el liderazgo republicano de la Cámara Baja condiciona la reforma amplia al apoyo de una mayoría de su mayoría rechazando la posibilidad de aprobarla de forma bipartidista con el caucus demócrata y un sector republicano. En su lugar propone con el KIDS Act una solución a medias que evade el problema de fondo.
No se trata de oponerse al KIDS Act. Se trata de buscar una solución que resuelva todo y no parte del problema.
A menos que sea una estrategia para comenzar a mover el balón legislativo en su cancha sin ser la solución final pero con miras a llegar a una negociación con el Senado, al intento republicano con el KIDS Act se le ve la costura. Pero los Dreamers no son peones en un juego político de ajedrez, y la reforma migratoria no es un juego de niños.
(Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice)