Miles de veteranos en EEUU sufren trastornos sicológicos

El tiroteo en Fort Hood revive la dura realidad que viven millones de militares en activo, veteranos y sus familias, después de casi 13 años de guerras tras el 11 de Septiembre de 2001

El tiroteo del miércoles es un recordatorio de la complejidad de los problemas sicológicos derivados de la estricta vida militar.

El tiroteo del miércoles es un recordatorio de la complejidad de los problemas sicológicos derivados de la estricta vida militar. Crédito: Getty

Washington – En trece años de guerras, a punto de llegar a su fin, más de un millón de estadounidenses han sufrido algún tipo de trastorno sicológico y se han gastado miles de millones de dólares en dinero público para curar las heridas de conflictos que se han traído a casa.

El tiroteo protagonizado el pasado miércoles por el soldado puertorriqueño Iván López, que mató a tres personas e hirió a 16 antes de quitarse la vida, es un recordatorio de la complejidad de los problemas psicológicos derivados de la estricta vida militar y lo imprevisible de las consecuencias.

Según indicó portavoz del Departamento de Asuntos de Veteranos, ayudar a los hombres y mujeres que han servido al país en el Ejército es una de las “más importantes prioridades (para el Gobierno) y uno de los desafíos más acuciantes para aquellos que regresan a casa del frente”.

Las consecuencias de las guerras en Afganistán e Irak “se sentirán muchos años después”, debido al impacto emocional en los soldados, explica Craig Bryan, psicólogo y experto del Centro Nacional de Estudios sobre Veteranos.

El 11 de Septiembre de 2001 traumatizó a todo EEUU, pero también lo predispuso para iniciar la guerra global contra el terrorismo, primero en el remoto Afganistán, y entre 2003 y 2011 en el avispero de Irak.

Estados Unidos se prepara para poner fin en diciembre a la guerra de Afganistán y cerrar un período bélico de 13 años, que llevó a pasar por la experiencia del combate a 2.6 millones de estadounidenses.

“El mayor peligro ahora es que al salir de Afganistán la conciencia social sobre estos problemas se desvanezca y sea mucho más difícil para los soldados recibir el apoyo público necesario para sus problemas”, opina Bryan.

Anualmente el Pentágono se gasta alrededor de mil millones de dólares en prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades como el estrés postraumático (PTSD), cuya incidencia ha aumentado en la última década un 656% e incapacita a muchos soldados para seguir en sus puestos en tiempo de paz o retornar a la vida civil.

Pese a que el caso de Fort Hood trae ahora a las portadas los problemas mentales de los soldados, a diario militares en activo, veteranos y sus familias deben lidiar silenciosamente con la depresión, el alcoholismo o la violencia doméstica.

En muy contados casos, la ansiedad o el PTSD desembocan en mediáticos tiroteos en lugares públicos, la lacra más grave de la posguerra estadounidense es el altísimo índice de suicidios entre los militares retirados o en activo y el gran número de familias rotas.

El índice de muertes autoinfligidas entre el personal militar se ha duplicado entre 2004 y 2009 hasta las 30 muertes por cada 100,000 personas, más del doble de la media para el conjunto de la población.

Según un estudio de la Kaiser Family Foundation, más de la mitad de los veteranos del último período de guerras estadounidenses conoce a un militar que se ha suicidado o lo ha intentado y más de un millón sufren accesos repentinos de violencia.

Uno de cada cinco excombatientes sufre depresión y, según un reciente estudio del Instituto de Medicina, el número de 936,283 militares o veteranos que han sido diagnosticados con problemas mentales en la última década es probablemente mucho mayor, “porque muchos casos no se identifican adecuadamente”.

Según el informe, el despliegue en zonas de combate “aumenta considerablemente” la posibilidad de conflictos conyugales, violencia doméstica, desempleo y finalmente exclusión social de personas que de alguna manera han acabado dando la vida por su país.

En opinión de Bryan, las sombras de la guerra son un problema que afecta a toda la sociedad. “Lo que le pasa a los soldados es algo que concierne a toda la comunidad, es un reflejo de lo que sucede en todo el país”.

Según el estudio del Instituto de Medicina, el Pentágono aún debe identificar mejor qué medidas son más eficientes para evitar los problemas psicológicos de los soldados.

El informe subraya que las Fuerzas Armadas rebajan la importancia de iniciativas que “empíricamente” tienen un impacto positivo, como restringir el acceso a armas personales, alcohol o medicamentos, como opiáceos, que en algunos casos no son usados adecuadamente, crean adicción y empeoran la situación.

Como dijo esta semana el secretario del Ejército, John Mchugh, ante el Congreso en referencia al tiroteo de Fort Hood, pese a todos los recursos, los programas de ayuda creados desde cero, los intentos por explicar y olvidar la guerra, “a veces pasan cosas que resultan imposibles de entender”.

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