La obsesión republicana
Al inicio de esta sesión del Congreso la misión expresada por el liderazgo republicano era mostrar que es capaz de gobernar. La saga para financiar el Departamento de Seguridad Interna (DHS) está mostrando lo contrario. Las divisiones en la bancada republicana de la Cámara de Representantes que impidieron su funcionamiento en sesiones pasadas no cesan a pesar de que hoy controlen el Poder Legislativo.
Sino hubiera sido por la minoría demócrata, que entró al rescate a la última hora del viernes, la agencia federal hoy estaría cerrada.
El viernes pasado un plan para extender el presupuestos de DHS por tres semanas del presidente de la Cámara Baja, John Boenher, fracasó al no recaudar suficiente votos republicanos. Frente al cierre inminente de la agencia federal se negoció con los demócratas una extensión de una semana. Boenher quería tres semanas para presionar al Senado y poder ir a unas conferencia bicameral donde pueda imponer las cláusulas de migración que abren la puerta para la deportación de millones de personas.
Esta estrategia tampoco habría funcionado porque los senadores demócratas pueden bloquear la conferencia. La minoría en la Cámara Alta está actuando de la misma manera que los republicanos cuando ellos estaban en la misma situación, bloqueando la agenda de la Casa Blanca.
Lo sorprendente es que ante la frustración, ahora haya gente como el congresista Kevin McCarthy, republicano por California, que sugiere cambiar las reglas de juego para evitar el bloqueo demócrata.
O sea el problema no es el caos republicano sino las normas que no dejan a los extremistas e intolerantes salirse con la suya en el Congreso como lo hacen dentro de su bancada.
Como las normas actuales impiden al liderazgo republicano abrir de par en par las puertas de la deportación de padres de ciudadanos y de “soñadores”, hay que cambiarlas.
A muchos republicanos les incomoda que se los señale como el partido de la deportación. La importancia que se le da a este tema como para ser incapaz de permitirle gobernar con coherencia sin crear crisis y tan solo la idea de cambiar las reglas para lograr su cometido, ratifica su obsesión con la separación de familias inmigrantes de largo arraigo en el país