Esposas de jornaleros bordan para Franciso
Con delicadeza, la mexicana Ignacia González desenmaraña una madeja de hilo vela de color azul nacarado. Cada puntada en la popelina blanca y reluciente da vida a una de las palomas del mantel que decorará el altar en las misas oficiadas por el Papa Francisco en la Gran Manzana.
“Bordar es una labor ancestral con mucho significado”, dijo sin levantar la mirada de su costura. “Las madres mexicanas aprendemos de nuestras abuelas y se lo enseñamos a nuestras hijas”.
Ignacia pertenece a un grupo de 30 mujeres de Yonkers, todas esposas de jornaleros, que formaron un taller de bordado y costura para sostenerse con la ayuda de Obreros Unidos, una organización de Caridades Católicas.
El colectivo recibió con alegría la tarea de bordar los manteles para el altar en las liturgias que ofrecerá en septiembre el Sumo Pontífice, pero la experiencia tiene un significado muy especial para Ignacia, quien ya vio de cerca al Papa Juan Pablo II en su visita a la ciudad de México en 2002, cuando canonizó a San Juan Diego.
“Hice fila desde la madrugada y esperé por horas para ver al Papa unos minutos, pero en mi corazón el momento es eterno”, expresó sin ocultar su emoción. “Jamás imaginé que años más tarde bordaría los manteles para el Papa Francisco, me siento bendecida”.
El Papa Juan Pablo II beatificó a San Juan Diego (el mensajero de la Virgen de Guadalupe) el 31 de julio de 2002, el día del cumpleaños de Ignacia.
Para la joven madre, el hilo y la aguja son los instrumentos de la fe en lo que considera un evento maravilloso. Su compañera Águeda Zavaleta, quien también está bordando para el Papa Francisco, dijo que con cada puntada agradece el milagro de la vida.
“Mi hija pequeña estuvo hospitalizada al nacer y casi la perdimos, pero Dios nos la dejó y ahora es una chiquilla saludable y hermosa”, expresó con lagrimas. “Por eso estoy tan agradecida con esta labor de bordarle al Papa, pienso que es un mensaje del Señor”.
La ecuatoriana Janet Hernández, organizadora de Obreros Unidos, contó que la visita papal también la toca de una manera especial, luego de que su madre María Rosario, de 80 años, fuera una invitada de honor en el reciente recorrido del Papa Francisco por las ciudades de Ecuador.
“Mi mamá fue reconocida por su labor pastoral y para mi es un ejemplo a seguir. Las dos tenemos la fortuna de servir a un Papa con mensajes de amor y conciliación”.