Jornalero cuenta el miedo y su lucha contra la deportación
Las recientes redadas de inmigrantes reactivan el movimiento de iglesias santuario
Especial para la Opinión
Francisco Aguirre, líder sindical del Centro para los Derechos de los Trabajadores en Portland, Oregon, pide a las autoridades de inmigración que dejen de amenazarlo con la deportación y lo dejen vivir en paz y con su familia.
Respaldado por la Red Nacional de Jornaleros, numerosos líderes cívicos, religiosos y comunitarios, Aguirre, quien entre octubre y diciembre de 2014 se refugió en la iglesia “santuario” Augustana Lutheran Church de Northeast Portland irá a corte para un juicio el próximo 23 de febrero.
El emigrante, nacido en San Miguel, El Salvador, y al menos otros indocumentados han buscado en las iglesias santuario, refugio para evitar la deportación.
“Francisco [Aguirre] no es ningún criminal”, dijo Mark Knutson, pastor de la Iglesia Augustana a este diario. “En su caso, esperamos que los cargos en su contra sean desechados”.
El salvadoreño fue acusado de reingreso ilegal a Estados Unidos, tras ser deportado en enero de 2000 y luego que haber cumplido cuatro meses y medio de cárcel por cargos presuntamente infundados sobre distribución de sustancias controladas.
Sobre este tema, Aguirre recordó que “por humanidad” dio alojamiento a dos inmigrantes en su casa. Los sujetos eran adictos a las drogas y la policía llegó para arrestarlos a todos.
“Como yo no quise declarar en contra de ellos porque no los conocía, a partir de ese momento las autoridades nunca me dejaron en paz”, dijo. Y agregó que la abogada Linda Friedman le aconsejó que se declarara “no contest” [declarar sin disputa] de los cargos, “dijo que si yo hacía eso y firmaba unos papeles me declararían inocente”.
El fiscal federal del estado de Oregón Billy J. Williams acusa a Aguirre de ser “un traficante de drogas en el pasado y en el presente” y negó la petición de la abogada Ellen Pitcher de cerrar el caso porque supuestamente habían violado sus derechos constitucionales al deportarlo “erróneamente”.
“Cuando estaba en la cárcel, revisé los papeles y vi la palabra male [hombre] y pensé que me habían encerrado porque ellos pensaban que yo era un hombre “malo”. Había aprendido un poco de español e inglés.
Aguirre, de 36 años de edad es un excombatiente del guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Fue torturado física y mentalmente por parte de la Guardia Nacional, durante la Guerra Civil en El Salvador (1980-1992) e ingresó a Estados Unidos en 1995.
“Yo solo busco que mi familia pueda tener lo necesario para vivir”, declaró el defensor de los jornaleros, quien junto a su esposa Dora Reina trabajan una lonchera; ademáas él arregla y ensambla computadoras y da clases de música. Tiene tres hijos: Arantza y Miranda de 6 y 4 años respectivamente nacidas en EEUU y Dennis Moisés, de 18, Nacido en El Salvador.
La abogada Ellen Pitcher reveló que Aguirre tiene miedo pero cuenta que “cuanto más lo conozco como persona no lo veo como un riesgo; creo que [las autoridades] deben verlo como un real beneficio [para el país]”.
La odisea con ICE
Seis agentes de inmigración, cuatro policías y dos alguaciles se presentaron de madrugada a la puerta de la casa de Francisco Aguirre y preguntaron si podían entrar. Era una mañana de octubre de 2014.
—“Dije que no. ¿Qué buscan?, muéstrenme sus documentos”— les dije.
—“Estamos investigando un caso de pornografía infantil”— fue la respuesta de los agentes del orden.
—“Oh si, pues tengan buen día, porque aquí no vive”—
—“¿Eres tu Francisco Aguirre? …Venimos por ti”— argumentaron los hombres.
—“Bueno, si no tienen una orden de cateo les voy a pedir que se vayan porque están dentro de una casa privada y si no se van los voy a demandar”.
Dos agentes se retiraron a la acera y enseguida el encargado de la operación amenazó: “No me voy a ir hasta tenerte en custodia”.
“Yo les dije buena suerte y bloqueé la puerta”, dijo Francisco. “Les informé que los estaba grabando”.
El inmigrante avisó a la comunidad de inmediato sobre lo que estaba sucediendo. Dos horas después, cerca de las 7:00 am los agentes se fueron. Él y otros cinco hombres se vistieron con ropa del mismo color y abordaron un automóvil.
Uno a uno se fueron bajando en distintos puntos de la localidad de Fairview, Oregon, hasta que Aguirre quedó solo y acabó refugiándose en la iglesia “santuario” de Augustana, a 40 millas de distancia de su casa.
“Yo aprendí modos de sobrevivir [cuando combatía con el FMLN]…. Esperamos la retirada de ellos y así fue que pude escaparme”, narró. “Mi esposa lloraba y temblaba, yo tenía miedo de que le fuera a dar un ataque de asma. Ahora mi hija Arantza cada vez que ve a la policía me dice ‘¿verdad que no te van a detener? …yo siempre llevo puesto mi cinturón en el carro’”.