La primera gobernadora latina
Como la primera gobernadora latina de nuestra nación, Susana Martínez, de Nuevo México, parece entender la responsabilidad única de su cargo. En una reciente reunión de la conferencia del suroeste de la Red de Liderazgo Hispano, la gobernadora Martínez reveló la tremenda presión bajo la que tiene que operar y destacar como jefa del ejecutivo de uno de los estados más pobres de nuestro país para estar a la altura de las expectativas de un sinnúmero de jóvenes latinas que están asombradas al ver a alguien que se parece a ellas en la mansión de la gobernación del estado.
Por supuesto que la gobernadora Martínez ha despertado una buena cantidad de críticas y han arremetido contra ella a medida que trata de hacer frente a problemas que también afectan a los americanos de fuera de Nuevo México como el desempleo, la reforma educativa, el sistema de salud y la inmigración. Y, sin embargo, está claro que ella está más preocupada por obtener resultados que ser la política más popular de Nuevo México.
En un momento en el que nuestro país necesita desesperadamente que sus cargos públicos se preocupen menos por la popularidad y más por hacer lo correcto para el pueblo al que sirven, Martínez es un soplo de aire fresco.
Sus iniciativas para mejorar las escuelas públicas de Nuevo México son un buen ejemplo de cómo ella está adoptado una posición de principios para garantizar que los estudiantes de Nuevo México reciban una educación de calidad, a pesar de tener que enfrentarse a la feroz oposición de poderosos grupos de intereses. En vez de quedarse contenta con simplemente gastar más dinero en las escuelas públicas y así aparentar que se preocupa por la educación, la gobernadora Martínez está empoderando a los padres para que hagan que las escuelas de sus hijos rindan cuentas de su calidad. Por ejemplo, Martínez ha acabado con la “promoción social” lo que significa que los niños no aprobarán automáticamente hasta que demuestren verdaderas aptitudes escolares satisfactorias.
Con un aumento en los niveles de abandono escolar de la secundaria por miembros de la comunidad hispana, nuestros representantes electos deberán estar dispuestos a actuar con urgencia para cerrar la brecha académica que existe entre estudiantes hispanos y no hispanos. Hace falta que garanticen que nuestros hijos tengan todas las oportunidades necesarias para hacerle frente a un mundo laboral cada vez más competitivo.
Puede que la gobernadora Martínez y otros reformistas de la educación no ganen concursos de popularidad, pero su decisión a la hora de poner los intereses de los niños por delante de las exigencias de los sindicatos educativos es exactamente lo que se necesita para cambiar el statu quo. Afortunadamente para los residentes de Nuevo México, la gobernadora Martínez parece estar más satisfecha con los logros que con los elogios.
La humildad es una virtud admirable, especialmente en el caso de un cargo público. Y con los actuales retos a los que nos enfrentamos, sobre todo aquellos que afectan nuestra comunidad hispana, esa humildad escasea. La gobernadora Martínez es un ejemplo a seguir.