Sweet Home Alabama? Ya no un hogar tan dulce

Así de mal están las cosas en Alabama. Un funcionario del consulado mexicano en Washington, que está monitoreando las consecuencias de la severa nueva ley migratoria del estado me dijo recientemente que, cuando los administradores escolares trataron de determinar, inicialmente, la categoría legal de los estudiantes, algunos directores entraron en clases de escuelas primarias diciendo a los niños: “Levanten la mano si no nacieron en Estados Unidos”. Imaginen a un niño de 6 años, sentadito allí -sin saber si levantar o no la mano, por temor a que su padre o su madre fueran deportados.

¿Qué le está pasando a mi país? Nací aquí, como lo hicieron mis padres y tres de mis abuelos. Sin embargo, a veces, apenas si reconozco el lugar.

Mientras conforman sus propias políticas migratorias, los estados están en competiendo para ver cuál será el estado más cruel con los inmigrantes ilegales, en lugar de crear trabajo o fabricar mercancías o mejorar las escuelas.

Tenemos un ganador: Alabama.

El año pasado, cuando Arizona aprobó una dura ley migratoria, escribí que era el nuevo Mississippi. Ahora, Alabama es la nueva Alabama.

En los últimos 10 años, los inmigrantes latinos se han trasladado a ciudades como Mobile, Birmingham y Montgomery. Su optimismo y arduo trabajo fueron bienvenidos, hasta que alguna gente se dio cuenta de que los recién llegados no estaban sólo cambiando camas o pañales, sino cambiando también el panorama cultural y demográfico del estado. Entonces el miedo se apoderó de ellos.

Y el mensaje fue: “Gracias por servir mesas, construir nuestras casas, cortar el césped, limpiar los cuartos de nuestros hoteles y criar a nuestros hijos. Ahora, ¡adiós!”

La Legislatura de Alabama, controlada por los republicanos, aprobó la ley migratoria más dura del país. La ley fue desafiada por el Departamento de Justicia. La semana pasada, un Tribunal de Apelaciones anuló partes de la ley, pero permitió otras porciones. Los funcionarios escolares no pueden averiguar la categoría migratoria de los estudiantes, expresó el tribunal, pero la policía local y estatal puede chequear la categoría migratoria de los motoristas durante una parada de tránsito.

Mis amigos de la izquierda, naturalmente, acusan de esta debacle a los republicanos que controlan el sistema político de Alabama. Pero están viendo sólo una parte del cuadro. En política, no se mete la pata de esta manera a menos que los dos partidos trabajen juntos.

¿Por qué los demócratas de Alabama no lucharon más para detener la ley? Dos razones: Temen que se los perciba como blandos con los inmigrantes ilegales; y a gran parte de la base demócrata le preocupa que los extranjeros se queden con los empleos de los estadounidenses.

Después está la escena nacional. En una perturbadora alianza, los republicanos de Alabama tienen un cómplice voluntario en el gobierno de Obama, que desea aumentar sus deportaciones justo a tiempo para cortejar los votos de blancos suburbanos aterrorizados por la latinización del país. El plan: La policía local de Alabama hace una redada de inmigrantes ilegales, y el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas se lleva la caza del día.

La política migratoria del presidente Obama no es sólo atroz e hipócrita. Mientras el Departamento de Justicia regaña a Alabama por inmiscuirse en la autoridad federal al hacer cumplir la ley de inmigración, el Departamento de Seguridad Nacional se lleva el botín. ¿Qué mensaje envía esto a Alabama y a los otros estados que están pensando en hacer de las suyas? Simplemente el siguiente: “Prosigan con el buen trabajo”.

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