Una victoria de escaso impacto

Redacción/EFE – Los XVI Juegos Panamericanos llegaron a su fin en Guadalajara (México) con el dominio absoluto de la delegación de Estados Unidos, que consiguió 236 medallas, una menos que las logradas en la anterior edición del 2007 celebrada en Rio de Janeiro (Brasil).

Como ya se esperaba, el seguimiento de la competición fue nulo entre los medios de comunicación anglos y muy escaso en los de español, sin que ninguna modalidad generase mayor interés ante la imposibilidad que se consiguiesen marcas importantes.

El gran aliciente que anteriormente tenían los Juegos Panamericanos entre el gran público estadounidense era seguir los duelos históricos que mantenían en el deporte del béisbol, considerado en ambos países como pasatiempo nacional.

Los duelos dentro del diamante entre Estados Unidos y Cuba iban mucho más allá del significado deportivo y trascendían también al apartado del orgullo nacional, además de reflejar las grandes diferencias existentes en el campo político.

El gran poder del béisbol cubano era el mejor referente para el equipo nacional de Estados Unidos en la competición de los Juegos Panamericanos y aunque no iban jugadores de las Grandes Ligas se seguía con interés todo lo que sucedía en los días de competición.

Sin embargo, desde hace años, el mito del béisbol cubano, que el equipo nacional podía ser tan competitivo como el de las Grandes Ligas, comenzó a desaparecer y actualmente ya ha perdido todo interés para el aficionado estadounidense, que además ya disfruta de los mejores peloteros antillanos en las Grandes Ligas, donde han llegado tras desertar.

De ahí, que el triunfo de Estados Unidos por 12-10 ante Cuba en la semifinales pasó completamente desapercibido en Estados Unidos, aunque el equipo nacional había dejado a la novena caribeña por primera vez sin la medalla de oro en los últimos 11 Juegos Panamericanos.

Si la perdida de interés por el béisbol cubano en Estados Unidos es una realidad, lo mismo sucede con el deporte del boxeo aficionado, que tantos momentos de gloria dio a los púgiles antillanos y elogios merecidos por parte de los propios estadounidenses.

Todos en Estados Unidos admiraban a la escuela del boxeo aficionado cubano y era un referente para la superación y la formación de nuevos valores.

Sin embargo, al igual que ha sucedido en el béisbol, la percepción que se tiene ahora del boxeo cubano es que ya no posee la calidad de la década de los noventa y principios del 2000.

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