El político, como sujeto de la democracia dominicana

Desde los tiempos de la revolución francesa, divisa de la emancipación de los derechos del hombre, se ha considerado la política como el medio más idóneo de organizar la sociedad en partidos y éstos a su vez en opciones ideológicas, que le permitan al pueblo alcanzar sus aspiraciones materiales y espirituales de una forma racionalizada. Por ende es de amplia aceptación que el ciudadano es el objeto de la actividad política y el llamado político es el sujeto o correa de transmisión de las aspiraciones ciudadanas por medio de su quehacer cotidiano.

Una de los significados del término partido político podríamos describirlo como, “tomar opción por una idea o bando, tomar partido, ser partidario”, y en esto siempre se ha de envolver una idea o aspiración de un grupo pequeño, mediano o grande que aspire a imponer por la vía democrática su visión de la sociedad y el mundo.

En la sociedad dominicana, por diferentes etapas de su accidentada historia, ha habido diferentes tipos de partidos, con las más variadas aspiraciones y con sus diferenciaciones que han caracterizado una sociedad que no ha terminado de institucionalizarse, debido al rancio caudillismo mental que nos tocó heredar de los colonialistas españoles, lo cual ha dejado su impronta en la forma de hacer vida política y social en nuestro país

Hemos hecho este preámbulo para tratar de explicar la sicología del político dominicano, el cual ha acentuado su degradación moral en los últimos 30 años, fruto de los cambios geopolíticos a nivel internacional y de la degradación de las ideologías políticas, que puestas al servicio del mercado le han dado las espaldas a sus orígenes, han terminado por abrir las puertas al dinero como ideología de bienestar colectivo, poniendo por debajo los valores morales y negando al ser humano como objeto y sujeto de su propio destino.

En sentido amplio el político dominicano carece de formación moral, salvando honrosísimas excepciones, también carece de formación filosófica o intelectual, a pesar que muchos tienen maestrías en academias de formación superior, sus conocimientos pasan imperceptibles para la población, en las ejecutorias de los cargos de administración pública que desempeñan, ya que regularmente no van allí a resolver los problemas en cuestión, de las áreas a los que están asignados, sino más bien a enriquecerse a la carrera, y a enriquecer a los grupos del caudillo que le ha permitido acceso al cargo.

A todo lo expuesto le agregamos la irresponsabilidad personal y social de nuestros líderes, regularmente nunca asumen una responsabilidad, siempre culpan a sus antecesores que han pasado por el cargo, cuando no a la inmigración indocumentada de extranjeros pobres, a la llamada situación económica internacional y en último lugar a la ineptitud de los funcionarios o empleados que estén jerárquicamente por debajo suyo.

En fin, ellos asumen la teoría de Poncio Pilatos, de lavarse las manos y no tener ningún tipo de responsabilidades, podríamos decir que los políticos dominicanos se consideran a ellos mismos como perfectos, cuando están ejerciendo algún cargo público.

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