Lo que más quiero para Navidad

Queridos Santa, Melchor, Gaspar y Baltazar: Por favor no me traigan más cazuelas ni sartenes. Tengo lo suficiente en el departamento de enseres de cocina. Además, últimamente prefiero ordenar comida mexicana, china o indú de restaurantes del barrio. De esa manera contribuyo a la economía local y no tengo que pelar, machacar, freír, hervir, hornear ni guisar. Ni mucho menos fregar ollas ni platos.

Tampoco quiero ropa. De todos modos nunca dan con mi talla ni mi gusto. Así que olvídense de suéteres y blusas color de rosa. Es más olvídense de cosas. No necesito nada. De veras.

Quiero regalos intangibles pero valiosos. Por ejemplo salud, bienestar y felicidad para toda mi familia y todos mis amigos y para el resto de la humanidad, incluyendo los animales, las plantas, el aire y el agua.

Pero lo que más quiero, súbito, presto, pronto, ya mismo, es que, por si las moscas, en caso de que el calendario maya no esté errado y efectivamente el mundos se acabe antes de la Navidad 2012, las mujeres se rebelen mundialmente. Esa es la única manera en que habrá cambio positivo a nivel global aunque solo dure un año. A mí me apremia el tiempo para poder ser testigo de tal portento.

Ayer vimos un espectáculo inaudito: miles de mujeres egipcias marchando contra la violencia y el ultraje a que han sido sometidas durante las protestas contra los militares que tomaron el poder después de la revolución que derrocó a Hosni Mubarak.

Las mujeres tienen que salir de detrás de sus velos, hábitos o corsets y tomar las riendas de sus países. Ninguna nación puede avanzar económica ni culturalmente si la mitad de su población es relegada a los roles tradicionales de hijas, esposas, y madres exclusivamente. Ningún país puede avanzar cuando la mitad de su población vive bajo la amenaza constante de agresión física y mental por el simple hecho de ser mujer.

En el pasado, las revoluciones han traicionado a las mujeres una y otra vez. Nos utilizan como símbolos o metáforas para dar la apariencia de igualdad o para manipular emocionalmente a la opinión pública en un momento en particular. Después nadie se acuerda de las madres de la Plaza de Mayo, golpeando cazuelas pidiendo cuenta del paradero de sus hijos desaparecidos. En el futuro nadie se acordará de las Damas de Blanco caminando en silencio por las calles de La Habana. Pocos se acuerdan de las patriotas que bordaron banderas, inspiraron himnos, alimentaron guerreros y vendaron heridas. Todas fueron personajes secundarios y pasado el momento, todas tuvieron que regresar a casa apresuradas para preparar la comida y bañar a los niños mientras que los hombres se quedan de jefes y más tarde o más temprano vuelven a dañarlo todo.

De la que todos se acuerdan esta semana de Navidad, es el mayor de los símbolos femeninos, aunque es un símbolo que nos confunde, un milagro que nos marca y nos atrapa: Una mujer eternamente virgen que fue “concebida sin pecado” y luego prestó su “vientre inmaculado” para traer al mundo a un niño Dios, cuyo nacimiento celebramos el domingo regalando sets de cazuelas y suéteres de estambre y cuchufletas electrónicas.

No se usted, pero yo seguiré, así pasen mil años, esperando por el regalo que más quiero. Mientras, Feliz Navidad a todos.

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