Mitt Romney no es el candidato promedio

Odio interrumpir una coronación. Pero los republicanos están a punto de cometer un grave error. Y para los que creemos que el desempeño de Barack Obama como presidente ha sido deficiente y no se merece un segundo período, esto es difícil de presenciar.

He aquí el problema con Mitt Romney, y por qué -aún si se convierte en el candidato presidencial republicano- es dudoso que sea ‘presidenciable’. No se trata de su religión, de sus así llamadas opiniones moderadas, ni de su reputación de decir embustes y modificar su parecer por conveniencia.

El defecto real de Romney es que no puede establecer una relación directa con el estadounidense ordinario. No comprende sus preocupaciones, vulnerabilidades e inquietudes, porque la vida que vive no se parece en nada a la suya. Una cosa es nacer en cuna de oro y otra es llevar la carga de muchos millones a cuestas.

Además, a diferencia de otros políticos ricos que han podido conectarse con el elector promedio (es decir, Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy), Romney no logra disfrazar el hecho de que no puede relacionarse, porque comete dos errores.

Uno es retener, como un robot, detalles de su vida personal que podrían ayudarlo a conectarse con los electores. Con pocas excepciones, Romney pocas veces habla de su familia, de su fe, valores, niñez, padres, esperanzas, temores o colores favoritos. ¿Cómo puede esperar que los electores establezcan un vínculo con uno si no se les da una base para crear una conexión?

El segundo error es que Romney siempre parece decir lo incorrecto. Cada vez que trata de cerrar esa brecha con los electores lanzando un chiste o un comentario superficial, sólo la agranda.

La semana pasada, en New Hampshire, Romney afirmó que sabía lo que era preocuparse porque lo fueran a despedir a uno y sostuvo que, en su ascenso por la escalera corporativa, “hubo un par de veces en que me pregunté si me iban a dar la boleta de despido”.

Hay que imaginar que, incluso si eso hubiera ocurrido, los Romneys -quienes es probable que tengan una fuerte red de seguridad en ahorros y acciones- no habrían quedado en la indigencia.

No sabemos lo que les ocurrió a las innumerables personas que fueron despedidas durante la prometedora carrera de Romney de comprar y vender empresas con la firma de inversiones Bain Capital. Pero sí sabemos que a Romney le gusta despedir a la gente, gracias a un torpe comentario que hizo el candidato en New Hampshire. Al hablar sobre el seguro para la asistencia médica, Romney se centró en la capacidad del cliente de librarse de la compañía de seguros o del médico y bromeó: “Me gusta poder despedir a la gente que me proporciona servicios”.

Romney dice que sus palabras fueron tomadas fuera de contexto, y tiene razón. Pero ¿y qué? El comentario es problemático. Si Romney es el candidato, apuesto a que veremos ese clip otra vez en un anuncio de televisión de Obama.

De hecho, hay cantidad de material. Hace unos meses en Florida, Romney expresó a los electores que él comprende a los que están sin trabajo porque él está “también desempleado”; pero una fortuna personal que se estima en 250 millones de dólares es sin duda un poquito mejor que los beneficios de desempleo. Después, para probar que tenía razón en una cuestión sobre la asistencia médica, le apostó al gobernador de Texas, Rick Perry, 10.000 dólares -una suma que muchos estadounidenses considerarían fuera de su alcance. Y en octubre, Romney sugirió que la manera de limpiar el mercado de la vivienda era acelerar las ejecuciones hipotecarias para que la gente perdiera sus hogares más rápidamente.

¿Es esto es lo mejor que puede ofrecer el Partido Republicano? No es de extrañar que tres cuartos de los electores republicanos no estén entusiasmados con el presunto candidato.

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