¡Basta de furor político-uterino!

Esta semana la batalla política se ha desplazado de la economía y el desempleo a la anatomía de la mujer y su capacidad reproductiva.

Y la verdad es que todo este furor político-uterino tiene a las mujeres con los ovarios hinchados y la bilirrubina a punto del desborde.

Todo empezó cuando una vicepresidenta conservadora de la fundación Susan G. Komen Race for the Cure, dedicada a encontrar una cura para el cáncer de los senos, decidió a través de artimañas y subterfugios burocráticos retirar ayuda económica a Planned Parenthood, una reconocida organización de planificación familiar.

Los fondos que la fundación Komen daba a Planned Parenthood eran usados exclusivamente para detectar el cáncer del seno. Punto.

Pero aunque sólo un tres por ciento de los servicios que ofrece Planned Parenthood tienen que ver con el aborto, que vale la pena señalar, es legal en este país hace varias décadas, la organización lleva tiempo en la mirilla de los llamados “pro-life” que no quieren otra cosa que el aborto vuelva a ser ilegal.

Afortunadamente, la reacción a este ataque al derecho de la mujer de decidir sobre su aparato reproductivo fue tan fuerte que la señora en cuestión tuvo que renunciar y la fundación Komen echar para atrás su decisión.

Pero antes de que pudiéramos exhalar el primer suspirito de alivio, hace un par de días a la Iglesia Católica se le enredó la sotana entre las piernas en una perreta política que posiblemente durará hasta el día de las elecciones. Los republicanos no tienen un líder que pueda derrotar al presidente Obama, la economía está mejorando y el desempleo bajando. ¿Qué otra arma tienen que no sea la de acusar a Obama de tener una agenda “anti-cristiana”?

Como parte de la ley de reforma del sistema de salud, las compañías de seguros médicos deben cubrir el costo total de anticonceptivos para las mujeres. Aunque la Iglesia Católica queda excusada, las organizaciones que esta administra, escuelas y hospitales por ejemplo, deben atenerse al mandato y proveer seguro de salud que cubra anticonceptivos para sus empleados.

Aunque parezca increíble en el Siglo 21, la Iglesia considera el uso de métodos anticonceptivos un pecado. Pero eso es una gran hipocresía. Según encuestas, un 98 por ciento de mujeres católicas usan algún tipo de anticonceptivo. La mejor muestra de eso es que ya no se ven familias con ocho o 10 hijos como en los tiempos de los abuelos cuando la mayoría de las mujeres no tenían acceso a píldoras ni diafragmas.

Por supuesto que deben respetarse las creencias religiosas de cualquier religión, pero no imponérselas a los demás. Esperamos que la Iglesia Católica y la administración logren llegar a un acuerdo que no deje sin protección a los empleados de instituciones religiosas.

La planificación familiar es una necesidad socio-económica en el mundo de hoy. De eso no cabe duda. A ese toro hay que agarrarlo por los cuernos, filosófica y teológicamente. Mientras, las mujeres no deben permitir que su salud y su libre albedrío se usen como piezas sobre el tablero de ajedrez político. Usar métodos anticonceptivos o hacerse un aborto es una decisión personal, de conciencia y de creencia de cada mujer. Punto.

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