Hasta siempre, Carlos Fuentes
El escritor mexicano recién fallecido pasó por San Francisco, donde defendió la lengua española y auguraba una auténtica democracia para México en el siglo 21.
La región más transparente se nubla de tristeza por la muerte del escritor mexicano más cosmopolita, Carlos Fuentes.
Reconozco no contar con suficientes palabras ni las más precisas para despedir a tremenda pluma. Prefiero compartir fragmentos de la entrevista que hace varias lunas me concedió al visitar San Francisco para presentar su obra “La frontera de cristal”.
Carlos y su ahora viuda, Silvia Lemus, sufrieron la pérdida de su joven hijo, Carlos, artista y poeta, para pocos años después perder a su hija, Natasha, de la cual Carlos decía estar tan cerca y tan separados el uno del otro como cada cual dentro de su propia piel. Carlos Fuentes jamás pudo recuperarse de esas pérdidas, y desde ese momento marcaron todo lo que escribiría, como ese magnífico diccionario de vida, titulado “En esto creo”.
Recientemente me sentí orgullosa y feliz al escucharlo decir que gran parte del futuro de la literatura estaba en Latinoamérica. Hace pocas semanas comencé la lectura de su ensayo “La gran novela latinoamericana”, y confieso haberlo percibido como la despedida.
Qué injusta, qué maldita, qué cabrona es la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos, escribió Fuentes, sobre el verdadero fiscal, como llamó a la muerte, que hoy nos lo arrebata.
Horas antes de presentar en público “La frontera de cristal”, tendría yo la fortuna de conversar con quien entonces estrenaba un marcapasos que lo hacía trabajar mejor que nunca, según me dijera él mismo. Me habló de su responsabilidad como ser humano, antes que como escritor, para denunciar injusticias y demandarlas.
Cuando se refirió al México mestizo, había dicho: “La migración y el mestizaje son hechos centrales del siglo 21, e indudablemente nadie está mejor preparado ni tiene más experiencia en eso que nosotros, como América Latina. Se refirió a la hispanofobia que padecemos: “Existe un no a España, no a los negros, no a los indios. No dejemos a nadie afuera. Seamos multiculturales. Tengamos mejor un humano-centrismo, reconozcámonos en la cara de cualquiera que es diferente a nosotros”.
Quien es su seguidor, sabrá que su escritor de cabecera fue Cervantes, releía El Quijote cada año, “es la base de la imaginación y del lenguaje para alguien que escribe, piensa y sueña en español, como yo”.
Le pedí un consejo de cómo preservar nuestra identidad cultural viviendo aquí (en San Francisco) y contestó recordando lo que alguna vez un joven en una universidad estadounidense le dijo (que no hablara español porque era lengua de esclavos), y enseguida comentó que “en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, con el cual Estados Unidos se adueñó de la mitad del territorio mexicano, se establece la obligación para Estados Unidos de mantener el idioma español en todos esos territorios: California, Arizona, Nevada, Nuevo Mexico, Colorado, Texas, de manera que si quieren violar el tratado, pues que nos devuelvan los territorios, tan fácil”.
Sobre “La frontera de cristal”, novela compuesta por varios cuentos en donde aborda el racismo, la discriminación y el sufrimiento padecido por el mexicano que cruza la frontera, dijo ver cómo empezaba a irritar a Estados Unidos, país en donde el elemento soberbia crecía sin ver que México estaba exportándole riqueza.
En ese entonces señaló que ni Europa ni Estados Unidos estaban preparados para tratar el asunto del trabajador inmigrante, al cual veía como “el problema” del nuevo siglo.
Se refirió al sentimiento de democracia en México, advirtiendo que llegaría en el siglo XXI, pero que habría que tener cuidado con los coletazos de los viejos dinosaurios del PRI, que no fácilmente se rinden. “La democracia no es fácil, no es una fiesta, la democracia implica muchísimo trabajo”.
Y como ustedes recordarán, recientemente dijo: “No quiero ni pensar que (Enrique) Peña Nieto pueda ser presidente, hay problemas grandes y el personaje es muy pequeño”. Reflexión para tomar en cuenta viniendo de un hombre que se desarrolló nadando en política, hijo de diplomático y que como él mismo decía, creció en dos sociedades políticas, paralelas: el México de Cárdenas y el Estados Unidos de Roosevelt.
¡Hasta siempre, Carlos Fuentes!