Rasgos indígenas y aversión al racismo

Avanzaba renglón por renglón, devorándose los detalles que brindaba el periódico sobre el brutal caso y sentía que su sangre se calentaba.

Avanzaba renglón por renglón, devorándose los detalles que brindaba el periódico sobre el brutal caso y sentía que su sangre se calentaba.

“Yo tenía unos 22 años,” comenta Walter Sinche recordando aquél día en 1994 cuando agarró con fuerza el diario para leer la noticia. “A Manuel Aucaquizhpi lo habían matado a palazos en Dyker Park y lo habían matado por lucir como yo, indígena”, comenta aún con un dejo de rabia el ecuatoriano mientras vuelve a conectarse con aquella furia que lo invadió por el crimen de su compatriota –un humilde inmigrante de unos 40 años– a manos de cuatro muchachos ítalo-americanos de Brooklyn a los que no les gustó su apariencia latina.

“Fueron unos cuatro chicos, casi de la misma edad que yo tenía. Le pegaron con caños de metal, patas de sillas y con maderas hasta dejarlo muerto y tirado como un perro abandonado. Estaba irreconocible. Recuerdo que en esa época yo estaba lleno de planes. Quería estudiar ingeniería eléctrica pero lo que pasó con este crimen racial, activó en mí un deseo tremendo por justicia y supe inmediatamente que a eso quería dedicar mi tiempo, mi energía y eventualmente, mi vida”.

Walter comenzó a investigar todos los pormenores del asesinato hasta convertirse en una de las personas que más sabía sobre el mismo. “Realmente me impresionó mucho y cuando a dos de los asesinos los absolvieron, no podía entender cómo en una sociedad como la nuestra, desarrollada, nos matan sin que pase nada”.

Sumamente frustrado por la indiferencia con que el caso estaba siendo recibido incluso dentro de la comunidad ecuatoriana, Walter decidió tomar el toro por las astas. “Encontraba increíble que los ecuatorianos nos uniéramos en torno a un campeonato de fútbol, o para organizar un desfile de nuestro país pero no para causas como éstas”.

De a poco fue conociendo distintas personas en el camino y armándose de libros sobre derechos humanos y derechos civiles, temáticas que, hasta ese entonces le eran ajenas, “me fui educando solo, robando tiempo a mi trabajo de electricista y me volvía cada vez más apasionado”.

En 2008 este hombre que 20 años antes emigró desde Cuenca a Nueva York, fundó la organización Alianza Ecuatoriana Internacional con la meta de formar un grupo unido que repudiara los casos cada vez más frecuentes de atroces matanzas basadas en cuestiones raciales.

“Rápidamente me di cuenta que ésta es una situación que nos afecta a la mayoría de los inmigrantes de Latinoamérica. Para la gente ignorante y racista somos todos mexicanos. A nosotros, en muchas oportunidades, nos matan por mexicanos y por eso debemos cohesionarnos y darle lucha a este problema en forma conjunta. Al final de cuentas somos todos inmigrantes”.

Sus rasgos aindiados, sus ojos y su cabello negro y grueso le han valido también a él mismo un tratamiento diferente.

“En algunas oportunidades me ha tocado hacer trabajos de electricidad en Long Island y mis propios compañeros se me burlaban. ‘¿What did you have for lunch? ¿Tacos?’ me decían riéndose. Incluso, en varias ocasiones me increparon acerca de si tenía papeles o no. En esas zonas está plagado de red necks”, asegura.

Desde que está al frente de Alianza Ecuatoriana Internacional, Walter, de 44 años, ha visto muchísimos otros casos como aquél que tanto lo marcó en su juventud. Entre otros, el de Marcelo Lucero un ecuatoriano de 37 años apuñalado fatalmente por un muchachito blanco en Patchogue, NY; el asesinato de José Sucuzhañay en diciembre de 2008 en Brooklyn, cuando le destrozaron la cabeza a batazos y el caso de Santos Darwin Quezada, 27, en marzo de 2009 en Newark, Nueva Jersey.

Alzando su voz en manifestaciones y protestas, dialogando con familiares y abogados, escribiendo cartas y peticionando a las autoridades, realizando colectas para intentar reunir dinero para los parientes de las víctimas aquí y en el exterior; son muchas las formas de lucha por las que opta este activista inclaudicable que se las ingenia para estar siempre reclamando en el lugar donde se lo necesita. “Como siempre estoy en rallies con el altavoz en mano algunos me dicen el Al Sharpton latino”, señala bromeando pero contento con el mote.

“Por mi función estoy muy en contacto con jóvenes ecuatorianos y he caído en la cuenta de que no entienden su identidad andina. Es necesario ayudarlos a indagar en su pasado para que lo conozcan y se enorgullezcan de él. Yo he realizado esa búsqueda”, afirma, “desde detalles mínimos como por ejemplo saber que mi apellido, Sinche significa fuerza y poder en lengua quechua. Me creo un afortunado por mi descendencia inca y no lo llevo como una carga pero muchos adolescentes latinos sí”.

Como parte de ese esfuerzo para fortalecer la tolerancia entre culturas, Walter esta ahora muy abocado en conseguir que se honre al año andino y que se reconozca la presencia y las contribuciones andinas en esta ciudad. “Los ecuatorianos somos, definitivamente, una comunidad en crecimiento aquí”.

Para más información llame al: 347-684-7340.

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