México es un volcán

Desde abajo y en constante movimiento, como el magma volcánico adentro del Popocatépetl, el pueblo mexicano busca la regeneración del país, saliendo a las calles

Imagen de Juan Manuel de la Rosa en apoyo a AMLO durante el fraude electoral de 2006 en Ciudad de México.

Imagen de Juan Manuel de la Rosa en apoyo a AMLO durante el fraude electoral de 2006 en Ciudad de México. Crédito: Ricardo Ibarra

Cualquier mara’acame wixárika (chamán huichol) te lo puede decir: Debajo de la tierra, todo está interconectado, por medio de “sus venas”. Desde el agua marina del lado Pacífico hasta los ojos de agua en el desierto de Real de Catorce o a la boca abierta del Popocatépetl, todos los poros del cuerpo planetario “se entienden”.

La Madre Tierra ha llamado a los mexicanos.

Y la sociedad comienza a escucharla.

Sacudió sus placas tectónicas el 20 de marzo, justo el día del inicio de la Primavera, con 7.6 grados Richter –para sorpresa de la humanidad, sin consecuencias mortales–. Hubo varias réplicas en Guerrero y Chiapas los días consecuentes.

Desde abril, uno de los volcanes vivos más grandes de América, el Popocatépetl, exhala gases y ceniza por su cráter y fragmentos incandescentes caen arrojados por sus laderas, por lo cual las autoridades mantienen la alerta en fase amarilla.

Las venas subterráneas de México están en movimiento y bombean al corazón de esa tierra, en la figura del Popocatépetl. El pueblo mexicano, desde abajo, también despierta y bombea con urgencia un nuevo ritmo a quienes pretenden gobernar.

Es el grito colectivo que rechaza un sistema arcaico; a sus representantes materializados en los colores del PRI y en la hipocresía del PAN. Porque no queremos más dinosaurios. Porque no podemos vivir en la historia del siglo 20. Porque no queremos la Revolución Institucionalizada. Porque para avanzar necesitamos cortar las viejas prácticas de un sistema que engrandece al rico y empequeñece y frustra al pobre, que protege al funcionario público y encarcela al vecino, que cobija al cacique y desgarra al campesino. Queremos la Revolución de la Conciencia. Este es nuestro momento.

Para continuar al México del sexto sol, como llamaron los mexicas al fin del ciclo 2012 el 21 de diciembre o la nueva era de los mayas, es necesario desprendernos del cáncer que ha podrido a uno de los países más ricos del planeta. Si no lo hacemos ahora, de nada habrán valido los movimientos que desde abajo y a la izquierda iniciaron los zapatistas en 1994 ni el voto útil por Vicente Fox en 2000 ni la sangre derramada por los más de 60,000 muertos de la “guerra contra las drogas” de Felipe Calderón, desde el año 2006.

Este es el plan: Evitar que Enrique Peña Nieto llegue a la presidencia. Tenemos que hacerlo con nuestros votos.

Josefina Vázquez Mota está desfigurada ya por su propio partido. Manuel Espino –ahora ex líder de los azules–, como los traidores de la historia mexicana, ya brincó al PRI.

Es cierto, Andrés Manuel López Obrador no es un salvador solitario, pero los mexicanos con capacidad de voto lo elegiremos para crear una nueva nación capaz de sobrevivir a este regenerador siglo 21.

Javier Sicilia ya cambió de opinión ante la efervescencia juvenil que estalló desde las redes sociales hasta los espacios públicos, y llamó al voto útil y no al voto nulo, como había dicho antes. Sicilia no lo dijo, pero el voto útil tiene que ser para López Obrador.

Desde abajo construimos nuestro futuro, ahora. Es tiempo de estallar. El 1 de julio hay que votar. Los que estamos en el extranjero enviar nuestra boleta por correo al menos 15 días antes del 30 de junio –e intentar confiar en el IFE–.

“Ellos tienen las pistolas, pero nosotros tenemos los números”, cantó el compa Jim Morrison, en la canción Five to One.

Sin exageraciones ni efectos especiales cinematográficos, esta es la batalla épica de los mexicanos, el grito de la galaxia, el llamado urgente de la Madre Tierra. Algo tenemos que cambiar, y por lo pronto, salir a la superficie y evitar que nos gobierne el PRI o el PAN.

Ni un paso atrás, mis estimados macehuales.

Por cierto, acá en Estados Unidos –refugio de millones de inmigrantes mexicanos–, deberíamos aprender la lección que muestra el pueblo vecino: organizarnos y marchar antes de las elecciones presidenciales de noviembre para asegurar, desde antes de emitir el voto, una auténtica Reforma Migratoria, que sea un compromiso firmado y por escrito, del próximo presidente estadounidense.

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