‘Conjunto de indígenas, vibrante y rico’
Bertha, una voz nativa de su comunidad, trabaja con mixtecos, zapotecos y otros
Tercera y última parte
“Son nada más 20 años de existencia del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales. Fue fundado aquí, en Los Ángeles, por migrantes indígenas mixtecos y zapotecos. Iniciaron unos cuantos -no recuerdo el número- para enfrentar la vida aquí. Nosotros tenemos una cultura, una tradición muy fuerte de venir como comunidades. Cuando llegas aquí, tienes toda una red detrás de ti que te apoya. Así fue como a través del tiempo ha ido creciendo, y ahorita estamos en Oaxaca; en Baja California, México; en la ruta migratoria de las comunidades indígenas; y aquí, en California, estamos en San Diego, Los Ángeles, Fresno, Madera, Santa María y Santa Rosa. Hay comités de acción en estos lugares, que son también los lugares donde se hace la agricultura, donde trabaja la gente y, sobre todo, la población de comunidades mixtecas que está en el Valle Central se dedica a la agricultura. Y aquí, en la ciudad, estamos más zapotecos. En Los Ángeles nos hemos urbanizado”.
Insisto en conocer su historia, la de la mujer. Sigo pensando de manera individualista. No puedo evitarlo. Le pregunto de dónde es. “Bertha” -me responde brevemente-. Pero no se deja envolver. “Yo soy del Itsmo de Tehuantepec”.
Periodista ella misma, sabe bien por dónde voy. Sabe también que ella no quiere tocar esos terrenos. Es de las entrevistas más difíciles que he hecho en mucho tiempo.
Admito que Bertha me intriga. Dolores y Jen terminan sus platos respectivos; nos observan.
“Pero en nuestra organización hay mixtecos, de la Mixteca; hay zapotecos, de la Sierra Sur; hay también algunos compañeros triquis. En San Diego hay hermanos y hermanas indígenas viviendo a la intemperie en las barrancas, debajo de los árboles. Hace dos años, no recuerdo exactamente, vino un relator de la ONU a recorrer esas áreas. En las barrancas también viven. Y eso es algo muy contrastante e increíble porque en la zona, una zona muy rica de ahí de San Diego, están las mansiones de los dueños, de los agricultores, y por otro lado tienes a la gente que cosecha o hace producir sus campos, viviendo de una manera inhumana”.
Intento imaginarme estas escenas dantescas. No puedo. Definitivamente se me ha quitado el hambre. Bertha continúa su relato.
“Las violaciones a los derechos laborales en los campos de San Diego son muchas, no se acaban, a pesar de que haya esfuerzos de organizaciones y, bueno, aquí hay varias organizaciones oaxaqueñas en California, afortunadamente. Nosotros somos una organización que se distingue por ser una organización de base, y también con una posición política. Aunque no estamos con ningún partido político, siempre estamos haciendo denuncias en relación a las violaciones de los derechos humanos por parte de los gobiernos, tanto de Oaxaca como de aquí. Aquí nos hemos manifestado en contra del Programa de Comunidades Seguras, que en esta administración se dice que (Barack) Obama ha deportado a un millón de personas. Cuando era candidato, él prometió que iba a tratar de resolver la cuestión de la reforma migratoria, y no lo cumplió. Es una administración que ha tenido más deportaciones que las anteriores. Se me derrumba un ídolo: el del primer presidente afroamericano, el del Premio Nobel de la Paz”.
-Interrumpo a Bertha-¿Más que Bush?
“Sí. Absolutamente”, -responde de inmediato.
Dolores y Jen asienten también. Me quedo de piedra. No lo puedo creer. Después de una pausa breve, Bertha continúa:
“O sea, digamos que, de repente, cuando hay ciertas cosas como abusos, pues… salen en la televisión, pero siempre desde el punto de vista muy morboso, que no les interesa tanto ahondar en las causas por las que sucede, sino siempre en el sentido amarillista”.
Por eso no es fácil que el FIOB le abra sus puertas a los extraños. Bertha cuenta que algunos investigadores quieren hacer sus estudios sobre las comunidades y luego irse, así que ellos hacen una asamblea para decidir si los aceptan o no. Al final, deben hacer un trabajo no remunerado -o Tequio, como le llaman las comunidades-, a cambio.Dolores interviene.
Me dice que trabajar con las comunidades indígenas migrantes ha sido más difícil que con las mujeres en reclusión o las víctimas de violencia en Ciudad Juárez.
“El proceso que se experimenta al escribir la historia va muy ligado a un montón de emociones personales. Y, entonces, el encuentro aquí ha sido muy distinto porque el fenómeno que se vive es muy distinto: es una comunidad mucho más cerrada en el sentido a querer hablar sobre su situación”.
Se ha construido una coraza de protección y no le gusta sentirse vulnerable en ningún momento. Y entonces, llegar a la escritura es más difícil porque son muchas más capas. Es decir, no es únicamente la capa del conflicto que existe en México, sino es esa más el proceso de éxodo, o de exilio o de autoexilio; lo que significó ese proceso y después lo que significó venir aquí, a un país racista, enfrentar la crítica por su propio lenguaje, por su propia raíz. Enfrentar su propia identidad, como si se tratara de un insulto, porque así son tratados.
El racismo se vive de muchas maneras, me dicen. No sólo los indígenas, sino también los otros migrantes, como Dolores, a quien le pregunto -sin ánimo de ofender- cómo sobrevive económicamente en esta tierra.
“Yo no se de que estoy viviendo” – dice. Y suelta una ruidosa carcajada que las demás acompañamos de buena gana.
Los otros clientes de El nuevo rinconcito nos miran con curiosidad. Dolores continúa:
“Yo vivo en un trailer, en la parte trasera de la casa de Jen. Entonces no pago renta y eso me facilita muchísimo las cosas, porque otra forma de explotación en esta ciudad y en varias donde se concentran las comunidades migrantes es la renta. Es mucho más cara para quienes son inmigrantes que para quienes no lo son. Es una realidad que tampoco se nota. Pero es cierta. Es el sistema gringo que funciona así: o sea, yo no tengo crédito porque no he tenido tiempo de crearlo, y el crédito se alimenta y se construye, y es como un bebé que tienes que cuidar, que no se te descalabre, porque entonces vas a la cárcel. O vas a la cárcel o se te niega el acceso a muchas otras cosas. Como migrante es muy diferente cómo estamos integrados al sistema, y en el momento en que no estamos integrados al sistema de la misma forma que las personas que han nacido aquí o que han crecido aquí, entonces no tenemos las mismas ventajas que ellas”.
Bertha interviene:
“Se paga un precio muy alto por ser migrante acá. Retomando la cuestión de la renta de los departamentos: si no tienes número de Seguro Social válido, no te rentan en ciertos lugares, y además la policía tiene fama en varias ciudades de Estados Unidos de que se enfoca en ver el perfil racial. Si te ven con rasgos mexicanos o piensan que eres indocumentado, van contigo con cualquier excusa, o con el pretexto de cualquier infracción menor, o lo que sea, y te quitan tu carro y se lo llevan al corralón. Aquí todavía pasa a pesar de que ya hubo un acuerdo entre el alcalde Antonio Villaraigosa y el jefe de la Policía de que no está permitido que los agentes de la policía le quiten un vehículo a una persona por el solo hecho de que no tenga licencia de conducir, pero en la práctica, se da”.
Unos días después de nuestro encuentro verifico la información que me proporcionó Bertha: es cierta. En una nota de BBC Mundo, firmada por Valeria Perasso, se explica que la policía podía retirar hasta por 30 días su automóvil a los indocumentados que se encontraran conduciendo sin licencia en esta ciudad y que ahora este lapso se ha reducido a 24 horas después del pago de una multa de 250 dólares. La nota también dice que, antes, los indocumentados perdían “miles de dólares” -sin aclarar cuántos- y que el jefe de la Policía, Charles Beck, consideró que esta nueva medida se tomaba porque la anterior era “injusta y desproporcionada” para los inmigrantes indocumentados.
En medio de este ambiente hostil -me cuenta Bertha- la cultura oaxaqueña resiste, echa raíces, florece, es cada vez más fuerte.
“Existe en el sur de California un poco más de 50 bandas de música; existen como 10 grupos folklóricos; se hacen como tres guelaguetzas al año; hay juegos de pelota mixteca en varios puntos en donde los oaxaqueños que practican este deporte se trasladan hasta Fresno, con tal de jugarlo; hay equipos de básquetbol también aquí en Los Ángeles. Entonces, es una comunidad vibrante y muy rica culturalmente”.
El Frente Indígena de Organizaciones Binacionales, del cual forma parte Bertha, publica cada tres meses El Tequio, una revista con información acerca de las actividades del Frente, historia, noticias y cultura. En el directorio, Bertha aparece como editora. También es autora de algunos artículos.
Al final ha accedido a hablar un poco acerca de ella misma:
“Y bueno, si quieres saber un poco de mí, yo soy la coordinadora de comunicación, de prensa. Yo me encargo de elaborar boletines de prensa, estar en relación con los medios de comunicación tanto masivos como alternativos. Yo llevo viviendo como 10 años en Estados Unidos, pero he estado como una parte aquí, y regresé… He estado muy involucrada en el movimiento”.
¿Y cómo ha sido tu proceso de migración y de adaptación? -le pregunto-. (Por su respuesta, pienso que no debí haberla interrumpido, que debí esperar a que ella me contara, a su ritmo, su experiencia con la migración. Pero ni hablar. Ya es demasiado tarde).
“Bueno, pues es difícil, como para toda la gente. Pero como aquí, la comunidad es muy fuerte, yo me he sentido como cobijada por mi comunidad… A mí me gustaría enfocarlo más en la cuestión de comunidad, como nosotros casi no -¿cómo te diré?- tenemos más que compartir a nivel de comunidad”.
Las horas prácticamente se evaporaron con la conversación, la comida oaxaqueña y el agua de coco -la más rica del mundo-.
Tenemos que ir a la Iglesia Unitaria en donde Dolores impartirá el taller a los miembros del FIOB y en donde, dentro de unos minutos, conoceré a Roberto y a doña Mari.
Además, hoy es un día especial: por la noche se inaugurará oficialmente la sede de Proyecto Sur Los Ángeles, en Spring Arts Tower, en South Spring, en el centro de la ciudad.
Por eso me apresuro a preguntar: ¿Cómo lograr que los migrantes, después de largas y extenuantes jornadas de trabajo, quieran utilizar su tiempo libre en un taller de escritura? Es Dolores quien responde:
“Es el rescate de nuestra propia creatividad. Nuestra creatividad es la que nos rescata de todas las situaciones oprimentes por las que atravesamos”.
IV. A manera de Epílogo
Algunos días después, ya de regreso en la Ciudad de México, un titular de Notimex, la agencia de noticias del gobierno mexicano, me cae como un golpe en la boca del estómago. Dice simplemente:
“EU condena a mexicano a 10 años de cárcel por intentar reingresar ilegalmente”. No hay un link en donde leer la nota, así que uno sólo puede especular lo peor. Me vienen a la mente las palabras de Bertha, muy seria detrás de sus lentes en forma de gato, cuando me explicaba que, quienes creen que los migrantes van a Estados Unidos en busca del sueño americano, están muy equivocados.
“Somos comunidades desplazadas, desterradas de nuestros propios pueblos” -me dijo-. Las causas del destierro, del exilio, del desplazamiento forzoso tienen hoy dos rostros igual de inhumanos: la miseria y la violencia.