La pesada corona de Rodney King

No es fácil ser símbolo. Inquieta se encuentra la cabeza que lleva la corona. Más aún pesa la corona cuando tal cabeza llevaba “11 fracturas de cráneo, daño cerebral permanente, roturas [huesos y dientes]…[y] trauma emocional y físico”, como alegó Rodney King en una demanda presentada a la ciudad de Los Ángeles. La paliza que él sufrió en 1991 a manos de cuatro policías fue grabada en video y provocó unos de los más letales disturbios raciales en la historia de los Estados Unidos.

King murió el domingo pasado a los 47 años. Su novia lo encontró sumergido en la piscina de su casa.

“El tipo de final que sólo los autores de una tragedia griega escribirían”, dice la periodista Michel Martin.

King le había hablado a Martin acerca su alcoholismo en una entrevista en abril, alrededor del vigésimo aniversario de los disturbios.

Veinte años atrás, un jurado absolvió a tres de los cuatro policías. Los disturbios de 1992 estallaron el 29 de abril y duraron seis días. Dejaron más de 50 personas muertas, cerca de 3,000 heridos y miles de negocios dañados o destruidos. Al final, las palizas sufridas por ambos hombres y la ciudad cambiaron algunas de las mayores agencias municipales del sur de California.

Recuerdo la desilusión que muchos sentimos al oir hablar el nuevo mártir de la brutalidad policial -símbolo accidental cuyo apellido significa ‘rey’. En una conferencia de prensa, hizo una simple declaración: “¿Podemos todos llevarnos bien?”

Hasta el día de hoy, la respuesta a esta subestimadísima pregunta es igual de simple: no.

King no quizo desilusionar a nadie. En abril, le dijo al Los Ángeles Times que la gente esperaba que él fuera como Malcolm X o Martin Luther King o Rosa Parks:

“Yo no fui a la escuela para ser ‘Rodney King…Ha tomado años para acostumbrarme a la situación en que estoy en la vida y el peso que lleva.”