Aburrido en Venezuela

En unas semanas los venezolanos elegirán un presidente. Optarán por Hugo Chávez, el controvertible líder desde 1999, o por Héctor Capriles Radonski, candidato de la oposición.

Será difícil que gane Capriles. Chávez mantiene una base de apoyo formidable y controla el presupuesto de PDVSA, la paraestatal que maneja las enormes reservas de petróleo venezolano.

Sin embargo, Capriles está mejorando en las encuestas y es posible que gane, algo que hubiera sido impensable hace unos años. Y esto me parece un hecho sumamente importante, gane quien gane en octubre.

Desde que asumió el poder Chávez se ha definido en términos ideológicos. Quiere ser visto como el gran defensor del pueblo contra el neoliberalismo y el imperialismo. Quiere destruir la oligarquía para establecer una sociedad verdaderamente socialista.

Parte de su éxito ha sido su capacidad de definir el conflicto político en tales términos. En atacarlo como socialista y antiimperialista, sus enemigos políticos se han comportado como caricaturas ideológicas.

Pero Capriles Radonski se ha rehusado a caer en esa trampa.

Evita la retórica del socialismo y el imperialismo. Prefiere un idioma político mucho mas prosaico. Habla de la promesas incumplidas de Chávez. Pregunta si la gente está satisfecha con su servicio eléctrico, si aguanta el crimen que cada día es peor, si merece puentes destruidos y cárceles que producen aún más criminales.

Mide a Chávez con un índice de capacidad en vez de una prueba ideológica.

Es aburrido. Pero lo interesante es que resuena con el pueblo.

Aún si pierde –y es lo más probable– la campaña de Capriles ha demostrado que el pueblo venezolano está perdiendo paciencia con un líder que prefiere el combate ideológico con los EE.UU. y la oligarquía en vez de mejores servicios públicos.

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