Tengo una pregunta para usted

Según la Constitución, cada cuatro años los ciudadanos son llamados a elegir a su Presidente y Vicepresidente. Una vez ejercido el voto, toca todo un ceremonial para la toma de posesión. Y al día siguiente empieza la campaña oficiosa para la relección. Encuestas de análisis, proyecciones, etc. El cuarto año de toda presidencia está marcado por unas campañas salvajes de captación de votos. Todo vale, al menos así parece, con tal de obtener votos.

Desde la campaña electoral que enfrentó a John F. Kennedy y Richard M. Nixon se introdujo un espectáculo más en las contiendas electorales: los debates entre los candidatos a través de la televisión.

Este año toca elegir a las dos personas que en los próximos cuatro años regirán los destinos de Estados Unidos y, en cierta forma, del mundo. Hasta el momento ha habido de todo en las campañas de ambos lados. También debates. En el último de ellos hubo un grupo de ciudadanos con derecho al voto que hicieron una serie de preguntas a los candidatos, los cuales trataron de resolver y clarificar.

Si hubiera tenido la oportunidad de participar en dicho debate habría hecho ciertas preguntas a los candidatos, como por ejemplo, ¿por qué nos engañan con la reforma migratoria?

Según datos hay unos 12 millones de personas en el país sin documentos de residencia. Son 12 millones que trabajan con salarios por debajo de lo legal. Están manteniendo una economía sin control. El legalizarlos supone que los salarios deben ser los justos, las condiciones de trabajo las legales, los derechos, todos los que marca la ley. Obviamente también las obligaciones. Eso supone unos costos extra que las empresas y las agencias gubernamentales no están dispuestas a asumir.

¿Por qué nos hablan del derecho a la vida del no nacido y no del ya nacido que está desempleado, vive en apartamentos insalubres, no tiene para sus medicinas, lo rechazamos por el color de su piel, por sus creencias, porque habla un idioma distinto? Hay cerca de un 47% de esa población que tiene que vivir gracias al gobierno, porque muchos de ellos no han tenido acceso a un trabajo digno, a una educación, a un modo de vida como todo ciudadano se merece.

¿Por qué se abandona a lo mejor de nuestra juventud que ha servido en las fuerzas armadas, en guerras sin sentido (¿alguna lo tiene?) que al regresar al país son tratados como apestosos, sin derechos, viviendo del welfare y de la caridad, víctimas del alcohol, las drogas, la depresión y el suicidio?

¿Por qué no nos preocupamos de nuestros ancianos? Si hoy los Estados Unidos es un país libre, grande, acogedor, se debe a tantos ciudadanos anónimos que construyeron la sociedad que vivimos y disfrutamos. Ahora son ancianos y no nos preocupamos ni siquiera de que puedan comprar sus medicinas y de que vivan su ancianidad con dignidad.

¿Por qué montamos factorías en otros países donde producimos muchas de las cosas que se podrían hacer en Estados Unidos? ¿No será que las instituciones que nacieron para ayudar a los trabajadores ya no sirven, que se preocupan más de sus intereses que del trabajador?

Son muchas las preguntas que tenemos derecho a que se nos aclaren. Hagámoslas y en conciencia votemos. Al que sea. Pero votemos. No nos quedemos en casa el día de las elecciones

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