Talento desborda en ‘Madame Butterfly’
Talento desborda en 'Madame Butterfly', obra que acaba de estrenar la Ópera de Los Ángeles
No faltan razones por las cuales Madame Butterfly es una de las óperas más amadas del repertorio: sus entrañables y reconocidas melodías y una poderosa trama que cala, particularmente en el público estadounidense, porque dice tanto del carácter del país de su protagonista masculino.
Esas cualidades son bien servidas en la producción de la Ópera de San Francisco que acaba de ser estrenada por la Ópera de Los Ángeles y en la que destacan dos estrellas queridas por el público local. En primer lugar, la excelente soprano ucraniana Oksana Dyka, que impresionó hace una temporada con su debut angelino en Eugene Onegin y que es sumamente convincente como Cio-Cio-San, la determinada y trágica heroína de la ópera de Giacomo Puccini.
Pero igualmente sobresale el director musical Grant Gershon, que hace que la orquesta aproveche y exponga todo el lujo melodioso de la música de Puccini.
Sostenida con esos dos pilares, la producción que dirige Ron Daniels (que antes hizo mancuerna tan exitosa con Gershon en el estreno mundial de Il Postino, hace un par de temporadas) aprovecha perfectamente el talento que desborda en esta Madame Butterfly.
Dyka establece su poderío en el papel desde sus primeros duetos con el encantador tenor estadounidense Brandon Jovanovich, a quien le corresponde el papel del detestable aunque seductor Pinkerton. Y, por supuesto, se gana los aplausos con el aria hermoso que abre el primer acto, Un bel di.
Respalda a los dos intérpretes principales un elenco sólido, entre el que vale la pena mencionar al bajo barítono Eric Owens como el cónsul americano Sharpless.
La producción de Daniels contrasta visualmente las características culturales que proveen gran parte de la tensión en Madame Butterfly. La casa de Cio-Co-San y Pinkerton es grande e imponente, con sus enormes biombos movedizos, y da el marco perfecto para un desfile de geishas y la aparición del temible tío Bonzo en el primer acto. Ahí, la cama tipo occidental donde Pinkerton seduce a Cio-Cio-San parece extrañamente fuera de lugar, pero cobra nueva fuerza cuando regresa Pinkerton en el segundo acto y sentado en ella se da cuenta del enorme daño que le hizo a la joven japonesa. Ante el marco de la enorme casa convertida en jaula, el imperialismo yanqui de Pinkerton sobresale con los colores de la bandera rojo, blanco y azul que carga simbólicamente el hijo de Cio-Cio-San.
Toda esa carga visual tendría poca importancia sin la fuerza musical que Puccini le dio a una de sus óperas más conocidas, y que Gershon y la orquesta entregan con delicada intención. Una Butterfly de lujo, como tiene que ser.