Adiós a las armas… ¡ahora!

Todos tenemos un lugar misterioso en la cara, debajo de la piel, justo entre las dos cejas y encima de donde comienza la nariz. Allí colocamos dos dedos y presionamos fuertemente para alzar una represa imaginaria en esa fuente del Nilo y no dejar que se desborden las lágrimas que no queremos derramar en público.

Pero ante la masacre de 20 niños de seis y siete años y seis valientes mujeres, madres, maestras y consejeras, ese dispositivo fisiológico dejó de funcionar el viernes.

Una de las fotos más impactantes y conmovedoras (porque no nos dejan ver las imágenes de cuerpecitos destrozados por múltiples balazos) es la de tres policías abrazados, llorando por lo que acababan de ver en la escuela primaria Sandy Hook en Newtown, CT.

Yo quisiera que enseñaran en los periódicos y en la televisión, una de las fotos de lo que esos tres hombres acostumbrados a la violencia, vieron: la del pequeñuelo o pequeñuela que recibió 11 balazos en menos de dos segundos. Y al lado, una foto del rifle de asalto estilo militar Bushmaster AR-15 (disponible en Wal-Mart a un costo de $1,000 más o menos) que utilizó el asesino desquiciado.

Claro que sería horripilante. Claro que sería macabro. Claro que nos provocaría pesadillas y nos impulsaría a ir corriendo a abrazar a los niños en nuestras vidas. Claro. Pero sé que esas imágenes quedarían grabadas en nuestras mentes y en nuestras almas por el resto de nuestras vidas.

Lo que más necesitamos ahora mismo es rehusar olvidar esa carnicería de niñitos de primer grado. Esto es necesario para que impulsemos a los políticos y gobernantes a tomar decisiones que contribuyan a reducir el número de víctimas que mueren balaceadas (10,000 al año) por una de las más de 310 millones de armas de fuego que están en manos de civiles en este país.

La tragedia de Newtown ha afectado a gran parte de la población de manera muy profunda. Hasta muchos amantes de rifles, escopetas, pistolas, ametralladoras y revólveres parecen estar dispuestos a algún tipo de regulación en cuanto a la venta de armamentos.

Posiblemente en las próximas semanas pasarán alguna ley que prohíba la venta de ciertos rifles semiautomáticos al público en general. Seguramente se prohibirá la venta de cartuchos que contengan más de 10 balas. Estos son curitas para una herida mortal.

Estados Unidos es el único país desarrollado que garantiza en su constitución —a través de la Segunda Enmienda, aprobada en 1791— el derecho de todo ciudadano a portar armas. Esta vaca sagrada es arcaica, es la raíz de todo el mal y el mayor obstáculo a un mejor control de armas de fuego.

Muchos hablan de enmendar esa enmienda. Ya no estamos en el siglo 18, dicen, cuando las armas de fuego a las que se refiere disparaban una sola bala a la vez. Ahora los ciudadanos pueden adquirir rifles que disparan 100 balas en lo que en aquella época tomaba recargar un mosquete.

Yo pienso que debería derogarse esa enmienda por completo y luego establecer leyes que permitan la adquisición y posesión de armas a los cazadores y deportistas de tiro y otros usos legítimos.

La sangre de esos niños está en las manos de los dirigentes de la NRA (National Rifle Association) y también corre a caudales entre los dedos de miembros del Congreso que aceptan dinero de esa organización y de los mercaderes y fabricantes de armamentos, para obstruir cualquier tipo de legislación que regule el libre comercio de armas mortíferas.

Nadie es inocente. Todos estaremos salpicados por la sangre de más de 30 personas que morirán a causa de un disparo hoy. Y mañana. Y pasado. Y todos los días del resto de este año y del que viene.

Basta ya.

doloresprida@aol.com

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