Predecir al azar

Alquien tenía que reemplazra la horoscopista cuando no estaba

Papeles

El horóscopo es una novela rosa por entregas. Los horoscopistas están hechos de la misma tela de los sueños ajenos. Se ganan el pan con el sudor del futuro del prójimo.

En enero los horoscopistas hacen su agosto. Están de moda. El homo sapiens desea conocer su futuro, como si éste no fuera la suma de todos los presentes.

Por lo regular, el Corrín Tellado que fabrica las predicciones con el alias de horóscopo, es un optimista de profesión, así en la vida real un optimista no sea más que un pesimista mal informado. O al contrario. Es la idea.

Trabajé en un “cadapuedario” (salía cuando podía) cuya exigua circulación dependía en buena parte del consumo de los horóscopos. Pero así como los médicos también se enferman, a los horoscopistas de pronto les fallan los astros. O la salud. Eso no les importa a sus lectores que asumen que aquellos son inmortales. Solo los inmortales pueden anticipar lo que va a ocurrir.

Así que cuando no aparecía el encargado con sus predicciones alguien tenía que remplazarlo. El diario podía salir sin las noticias de la guerra, sin crónica roja, sin viejas ligeras de equipaje, sin la primera o la última página. Pero no podía salir sin el horóscopo.

Al azar, a dedo, o previo el lanzamiento de una moneda al aire, nos turnábamos para desentrañar la letra menuda del zodíaco. Como no éramos especialistas, nos inspirábamos en una de las paradojas de Wilde: si no sabes nada sobre algo, dedícate a enseñarlo. Nosotros creábamos el futuro.

Nunca recibimos una rectificación. De los astros, ni de los lectores. La razón era simple: solo decíamos cosas inofensivas, obvias. Perogrullo habría avalado cualquiera de nuestras predicciones.

Eran de este tenor:

Libra: Usted no se inclina para un lado ni para el otro. Es el fiel de la balanza, como quien un tipo predecible, aburridor. De los libras se puede decir que no se sabe si van o vienen, como los gallegos. Los astros le sugieren que si va a cruzar una calle, se cerciore primero de que no esté pasando una tractomula. Nunca se informó que “un vehículo pereció al ser arrollado por un peatón que se dio a la fuga”. Generalmente es al contrario.

En el campo del dinero, hay buenos noticias para los sagitarianos. Sobre todo si cumplen el precepto de un millonario: Nunca tuve mejor suerte que cuando trabajé de sol a sol. Cuando consigna platica, gástesela: no aspire a ser el más rico del cementerio.

En mi caso, nunca me he guiado por los astros. Aunque procuro mantener buenas relaciones con ellos. Podrían tomar represalias. El truco me ha funcionado: sigo vivo (hasta el momento de redactar estas líneas) y he sido tan afortunado que nunca conseguí plata. A los desocupados lectores, les deseo que los astros les sean propicios.

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