Prueba para Peña Nieto

La explosión que dejó decenas de muertos en el edificio administrativo de Pemex en la capital mexicana es una prueba para el flamante gobierno de Enrique Peña Nieto en una de las cuestiones más espinosas como es la transparencia y el petróleo.

En lo primero, el Gobierno actuó con rapidez para establecer un centro de información mientras que también no se apresuró a dar conclusiones sobre las causas de la explosión. Existe una profunda desconfianza de los mexicanos hacia las explicaciones de las autoridades y si estas son del PRI, las dudas aun son mayores. Por eso es positiva la cautela oficial para mantener todas las opciones abiertas, incluso la de un atentado contra la petrolera.

Al mismo tiempo, llama la atención que este hecho ocurra en un momento clave sobre el futuro de Pemex.

Entre las prioridades de Peña Nieto está la reforma energética que busca crear cambios ante la caída de producción petrolera experimentada en los últimos años. El ya bajo nivel de reinversión en Pemex se ha ido reduciendo, al mismo tiempo que cae la cantidad de fondos que financian el presupuesto de Gobierno provenientes de la petrolera.

El mandatario asegura que solamente pretende abrir la empresa al capital privado para modernizarla, como lo hizo Brasil con su petrolera estatal Petrobras. Sin embargo, los críticos más acérrimos dicen que es un camino a la privatización enarbolando el nacionalismo y la posibilidad de que se pierdan fondos si se reduce el porcentaje del dinero destinado al gasto público.

En México una explosión de esta magnitud se presta, con razón, a todo tipo de especulaciones; desde el accidente al atentando con múltiples posibilidades. Es necesario que el Gobierno mantenga una cautela pública mientras investiga. Mientras que entre las incertidumbres que rodean el hecho, habrá que ver el impacto que esta explosión mortal tendrá en la discusión sobre el futuro de Pemex.

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