‘Me voy en paz’
En su mensaje del Miércoles de Ceniza el Papa habló de su retiro voluntario
EL VATICANO. El papa Benedicto XVI, de casi 86 años, aseguró hoy a los fieles que ha renunciado al Pontificado “en plena libertad por el bien de la Iglesia” y tras constatar que “le faltas las fuerzas necesarias para ejercer con el vigor necesario el ministerio petrino” (el papado).
Tres días después de que sorprendiera al mundo y pillara por sorpresa a la Iglesia y a la inmensa mayoría de la Curia vaticana anunciando que renunciará como papa el próximo 28 de febrero, Ratzinger apareció por primera vez en público, para celebrar el tradicional encuentro de los miércoles con los fieles.
Aunque, en su línea, pretendió que la audiencia fuera una más, la realidad demostró todo lo contrario. Desde varias horas antes más de 10,000 personas abarrotaban el Aula Pablo VI del Vaticano.
Mientras esperaban su llegada, cantaron, ondearon banderas y expresaron frases de agradecimiento al papa, el cual, cuando entró en el recinto fue acogido con una gran ovación de varios minutos.
Sonriendo y con buen aspecto, el pontífice respondió a las muestras de cariño y lo primero que hizo fue dar una respuesta pública a los fieles sobre su decisión.
“Queridos hermanos y hermanas, gracias por vuestra simpatía, como saben, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me ha confiado 19 de abril 2005. Lo he hecho en plena libertad para el bien de la Iglesia, después de haber orado largamente y tras examinar mi conciencia delante de Dios”, dijo en medio de un gran silencio.
El papa Ratzinger agregó: “soy consciente de la importancia del hecho, pero también consciente de no ser capaz de llevar a cabo el ministerio petrino con la fuerza física y el espíritu que lo requiera”.
“Me apoya y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, el cual nunca le hará faltar su guía y su cuidado. Gracias a todos por el amor y la oración con que me habéis acompañado”, agregó.
El anciano pontífice añadió: “Gracias de nuevo, he notado casi físicamente en estos días, no fáciles para mí, la fuerza de la plegaria que el amor de la Iglesia, vuestra plegaria, me da. Continuar rezando por mi, por la Iglesia y por el futuro papa, el Señor nos guiará”, concluyó.
Los miles de presentes le respondieron con otra gran ovación, aún mayor que la que le dedicaron a su llegada, mientras ondeaban banderas de diferentes países y se veían pancartas en las que les daban las gracias.
Inmediatamente después comenzó la audiencia, cuya catequesis dedicó a la Cuaresma, que comienzo ayer, de la que dijo es un tiempo de conversión.
Benedicto XVI exhortó a los fieles a superar la “tentación de someter a Dios a los propios intereses o dejarlo en un rincón” y afirmó que poner a Dios en el centro de la vida es el ca mino que todo cristiano tiene que recorrer.
“Hoy no se puede ser cristiano por el simple hecho de vivir en una sociedad que tiene raíces cristianas. También quien nace en una familia cristiana y es educado religiosamente tiene cada día que renovar su elección de ser cristiano y otorgar a Dios el primer puesto frente a las tentaciones de una cultura secularizada y frente al continúo juicio crítico de muchos contemporáneos”, afirmó.
Benedicto XVI, en una catequesis que recuerda sus mejores textos, agregó que “no es fácil” hoy día ser fieles al matrimonio cristiano, practicar la misericordia en la vida diaria y dejar espacio a la plegaria y al silencio.
“No es fácil oponerse públicamente a elecciones que muchos consideran obvias, como el aborto en casos de embarazos no deseados, a la eutanasia en caso de enfermedades graves o a la selección de embriones para prevenir enfermedades hereditarias”, manifestó.
El papa teólogo aseguró que la tentación de dejar a un lado la propia fe siempre está presente y que la conversión es una respuesta a Dios que tiene que ser confirmada muchas veces en la vida.
El papa Ratzinger, echando mano a unas palabras del científico Florenskij, subrayó: “no, no se puede vivir sin Dios”.
Benedicto XVI volverá a aparecer en público esta tarde, para presidir los ritos del Miércoles de Ceniza, que dan inicio a la Cuaresma, que por primera vez celebrará en el Vaticano y no en la basílica de Santa Sabina, en la colina romana del Aventino, como es tradición.