El ambiguo legado de Joseph Ratzinger

El papa Benedicto  XVI pasa junto a un guardia suizo al salir de la audiencia general en el Hall Pablo VI,  en el Vaticano el 13 de febrero de 2013.

El papa Benedicto XVI pasa junto a un guardia suizo al salir de la audiencia general en el Hall Pablo VI, en el Vaticano el 13 de febrero de 2013. Crédito: ap

MÉXICO, D.F. — El pontificado de Benedicto XVI estuvo pleno de claroscuros. El enfrentó la pederastia en la Iglesia Católica, aún contra la Curia Romana, pero se quedó sin llevar a tribunales a los sacerdotes involucrados, como lo exigieron miles de víctimas en Europa, Estados Unidos y México.

Su renuncia al papado por “razones de salud” le dio una imagen más humana y humilde, pero luego una publicación italiana destapó un escándalo de homosexualidad en el Vaticano, que pusieron en duda su dimisión.

También se concentró en frenar la deserción católica en Europa, pero al mismo tiempo fue un duro opositor del matrimonio gay, divorcio, uso de preservativos y sacerdocio femenino, a través de discursos y reformas que distanciaron a algunos jóvenes.

Por un lado, fue fiel al legado de amistad con otras religiones de su predecesor Juan Pablo II y en su libro de 2011, Jesús de Nazaret, exoneró a los judíos del holocausto, pero poco después molestó a esta comunidad por querer canonizar al papa Pío XII, acusado de promover políticas antisemitas.

“El actuar de Benedicto es la de un hombre que quiere renovar, pero también conservar: su biografía no es purista, sino llena de contrastes”, comentó Bernardo Barranco, presidente del Centro de Estudios para las religiones.

Entre sus aciertos, según el analista religioso del Colegio de México, Roberto Blancarte, están “los grandes esfuerzos que realizó por construir una iglesia honesta consigo misma, de menos miembros, pero más comprometidos”.

Sin embargo, agrega, se recordará más por su tarea de limpiar los casos de abusos sexuales que no quiso atender Karol Wojtila, antes de 2005.

José Barba, exlegionario y una de las víctimas más activas contra el clérigo mexicano Marcial Maciel, documentó en su libro La Voluntad de no Saber que Benedicto XVI conoció “personalmente” sobre su caso desde el 17 de octubre 1998 cuando recibió las denuncias en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, donde era prefecto.

En 2003, la arquidiócesis de Boston reconoció 542 casos de violaciones contra niños e indemnizó a los afectados con $85 millones. A la par se reconocieron casos en España, Alemania, Irlanda, Inglaterra y México.

Fue un año después de su nombramiento cuando el pontífice castigó a Maciel, fundador de la orden Legionarios de Cristo, por sus “gravísimos e inmorales” comportamientos.

Tres años después, arremetió contra la congregación.

Joseph Ratzinger nunca se reunió con las víctimas de los 67 curas pederastas, que identificó en México la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP). En Irlanda, en 2010, sí emitió una disculpa sin precedentes y se sentó con los afectados.

El pasado miércoles, el diario italiano La Repubblica informó que un informe sobre la existencia de un lobby “gay, poderoso y amenazador”, que contrataba servicios sexuales de jóvenes.

Según el rotativo estos actos “impuros” y los desfalcos lo llevaron a renunciar.

Como sea, Benedicto XVI escogió el camino institucional a lo largo de su papado y trascendió como conservador, incluso donde quiso renovar.

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