Lágrimas por Hugo Chávez

Llora Venezuela, llora su gente y lo hacen con mucho coraje. Lloran los pobres y la gente que ha visto al comandante Hugo Chávez convertido en un héroe revolucionario que quiso transformar a nuestra América Latina dividida en una Latinoamérica unida.

Eso de la unidad latinoamericana fue un sueño, una ilusión y una fantasía.

Se fue Hugo Chávez. Nos dejó, y con él quedó incompleto el camino hacia el Estado Bolivariano y la hermandad latinoamericana.

Llora Fidel Castro. Las lágrimas del infatigable comandante cubano caen suavemente sobre sus mejillas y rocían el entorno de su tez magullada por los años. Las gotas de lágrima se insertan sigilosamente entre sus barbas y luego se internan, a través de sus labios, hasta lo más profundo de sus entrañas para despertar un dolor incontenible por la muerte de aquel hijo que nunca tuvo.

Llora Evo Morales dentro del Palacio Quemado de Bolivia. El infierno que un día enterneció a los diputados y senadores de este magno estrado político Aymara, hoy se ha convertido en un atrio fúnebre.

La partida de Chávez fue para los bolivianos como la despedida idílica de un niño que dice adiós a su padrino filantrópico. Morales sabe que la muerte de Chávez significa también la muerte prematura de su dominio en la vida política de su país.

También llora Rafael Correa. A pesar de ser intelectualmente el más potentado de los líderes de la nueva izquierda latinoamericana, Correa nunca tuvo el carisma de su progenitor ideológico.

El presidente ecuatoriano llora porque cuando se despierte, no encontrará al personaje que le dio los utensilios de la transformación social de su país.

Llora Daniel Ortega, el ex guerrillero sandinista, hoy convertido en presidente de Nicaragua. Ortega tuvo el idealismo de Chávez y tal vez más historial revolucionario, pero nunca gozó de las estructuras de poder regional, ni tampoco su país fue suelo del oro negro, ni mucho menos encarnó la mística del Chávez. Ortega llora porque el ex presidente venezolano se lleva el idealismo latinoamericano, y él se queda con el recuerdo de aquel socialismo que no llegará.

El ex presidente George W. Bush llora aunque por otras razones. Llora de envidia y de coraje. Nunca en la historia de su país, un presidente latinoamericano se había atrevido a tanto dentro de sus propios dominios.

Hugo Chávez no simplemente lo insultó en pleno cónclave de la Organización de las Naciones Unidas, sino también lo convirtió en el payaso del mundo. Gritó a los cuatro vientos que su presencia en la ONU producía olores del propio demonio.

A pesar de que la mayoría de los latinoamericanos no estaban de acuerdo con las políticas populistas de Chávez, muchos sienten pesar por su partida y lloran su muerte. Después de todo nos devolvió el idealismo del Libertador Simón Bolivar.

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