Los exámenes estandarizados del Estado de NY

En abril los estudiantes de la ciudad de Nueva York de tercer al octavo grado, rindieron los exámenes anuales estatales de inglés y matemáticas. Los resultados van a tener consecuencias educativas determinantes en sus vidas.

En este equivalente en la escuela primaria y media de “quien vivirá y quien morirá” estos exámenes con frecuencia deciden si un niño puede pasar de grado, repetir el grado o asistir a la escuela de verano.

Pero este énfasis en los exámenes estandarizados (high stakes testing), tiene implicaciones enormes para maestros y comunidades escolares. El alcalde Bloomberg repetidamente y en forma pública ha pedido que los maestros sean evaluados en base a estos resultados. Y su Departamento de Educación ha cerrado más de cien escuelas públicas de la Ciudad, principalmente porque los estudiantes no se desempeñaron bien en los exámenes.

Todo esto, a pesar de que en la realidad, los resultados de los exámenes estandarizados han sido criticados por su baja efectividad.

Los exámenes son una herramienta importante para medir los conocimientos del estudiante y el éxito que un maestro ha tenido en su enseñanza. Pero de ninguna forma son la única forma de medir el trabajo de ese maestro. Los boletines de calificaciones que cubren un cuatrimestre y los comentarios de varios meses de los maestros también son buenos evaluadores.

Los exámenes estandarizados se han vuelto problemáticos porque ahora tienen tanto peso para determinar el futuro del niño, del maestro y hasta de la escuela. No se toman con frecuencia y ese día, uno puede ser susceptible y no sentirse bien o tener dolor de estómago o levantarse mal de la cama.

Los exámenes estatales de Nueva York (New York State tests) de matemáticas e inglés se dan en un período de dos semanas una vez al año.

El examen de admisión a las escuelas secundarias (The New York City Specialized High School Admissions Test), que determina que estudiante es elegido para entrar a una de las escuelas públicas élite de la ciudad, se da solamente una día en cada invierno.

Los SAT’s se volvieron muy importantes en determinar si un estudiante va a ir a la universidad que eligió. Se les da demasiado poder a estas pruebas y los estudiantes, maestros y comunidades escolares pagan un precio muy alto debido a su enorme influencia.

Prefiero exámenes de menor impacto y más frecuentes: el examen de ortografía del viernes con la hoja doblada a la mitad y con una lista de 10 palabras, cinco en cada lado, que se ponen en el pizarrón el lunes previo; el examen sorpresa que se da cuando los estudiantes secundarios entran a clase. ¿Y qué pasó con el problema de matemáticas en el pizarrón tan difícil que lleva todo un período para resolver? Estos son los buenos métodos para descubrir cuanto saben nuestros estudiantes y si sus maestros son eficaces.

Necesitamos recordar que estos exámenes son solamente herramientas que los educadores usan para saber cómo mejorar su trabajo día a día y semana a semana.

Los exámenes estandarizados no deberían marcar el destino de estudiantes, maestros o comunidades escolares.

Es tiempo de que terminemos con el yugo de estos exámenes y ampliemos la conversación sobre la educación pública en nuestra Ciudad.

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