Una mirada al pasado de Hillary

Para Hillary Rodham Clinton debe resultar bastante incómodo lidiar con los medios de comunicación, con la gente de su partido, los republicanos, sus amigos y sus enemigos.

Mucha gente, incluyendo a mi persona, asume que su participación en las elecciones presidenciales de 2016 es inevitable. Su trayectoria política nos da un tanto de certidumbre en torno al futuro de la exprimera dama de la nación, ex secretaria de estado y ex senadora.

La política está en su alma y su corazón. El objetivo de convertirse en la primera mujer presidente de Estado Unidos es, por decir, una meta insoslayable.

De joven, cuando tomaba clases a la Universidad de California Irvine, un amigo y yo, fuimos a un mitin político en el Pacific Amphitheater de la Ciudad de Costa Mesa para apoyar la candidatura presidencial de Bill Clinton en 1992.

Hasta ese momento, la figura de Hillary Clinton, o mejor dicho sus intenciones en la política, eran impredecibles. Todavía quedaba dudas con relación al rol que tomaría si su esposo llegaba a la Casa Blanca: ser una primera dama tradicional, al estilo de Bárbara Bush, o estar integrada dentro de la política de gobierno de su esposo, como sucedió con Eleanor Roosevelt.

Cuando Bill Clinton llegó a la presidencia, Hillary inmediatamente hizo relucir su visión personal en la sociedad y sus metas políticas en Washington. Por una parte, como pocas esposas de presidentes, tomó parte preponderante en el equipo de gobierno de la Administración Clinton.

Su participación como jefe nacional de la reforma de salud no fue del todo auspiciosa. Hillary trabajó con mucho afán en una política integral de salud para todos los norteamericanos. Tal vez su proyecto tuvo mayor alcance que el programa de salud del Presidente Barack Obama. Empero, tanto conservadores como algunos demócratas, terminaron con matar su proyecto.

Por otro lado, en el momento de su nombramiento, Hillary también mostró una agenda social para la mujer muy característica de una persona de su generación. El Presidente Clinton la presentó con la inclusión de su apellido de soltera: Hillary Rodham Clinton.

Así hizo notar un feminismo encarnado. La inclusión de su apellido paterno por delante de la de su esposo buscaba airadamente poner en claro la objetivación de la mujer en la sociedad.

En este sentido, las metas de Hillary Rodham Clinton no terminan con un periodo exitoso en la Secretaría de Estado y en el Senado de la República. No es una mujer convencional, ni mucho menos una mujer que se rinde. Su derrota contra el Presidente Barack Obama en las elecciones de 2008, fue un tropezón grave, del cual se repuso completamente.

Su mirada está en 2016. Tiene el apoyo de una mayoría de los demócratas, una gran parte del electorado moderado y un sector de los republicanos. En 2016, me late que estaremos eligiendo a la primera mujer presidente de los Estados Unidos.

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