¿Quién soy para juzgar?, dice el Papa
Francisco finalmente bajó al papado de los cielos y lo puso en tierra. Empezando con San Pedro, los papas siempre han tenido un aura celestial.
En este sentido, los papas son elegidos por un grupo de cardenales, pero la decisión que plasman en el momento de nombrar a su representante, de acuerdo a la creencia católica, no es enteramente una decisión humana sino que es una obra del Espíritu Santo.
Es decir, es Dios quién está eligiendo al guía de su Iglesia hasta que la muerte lo detenga o, como sucedió recientemente con Benedicto XVI, hasta que la energía lo abandone.
Uno de los papeles fundamentales del Papa es predicar los principios de la Iglesia católica. Durante su vida, en lo que hoy es parte de Palestina, Israel y otros lugares colindantes a estos territorios, Jesús de Nazareth trató de vivir como un hombre/mujer común y corriente. Sintió hambre, dolor, alegrías e incluso fue blanco de las tentaciones del diablo.
Jesucristo fue muy perceptivo con los problemas sociales de su tiempo. Abogó por los pobres y vivió como uno de ellos, se sensibilizó con los leprosos y todas aquellas personas que fueron discriminados por su sociedad, incluyendo con las mujeres que ofrecían servicios sexuales. A María Magdalena, por ejemplo, no simplemente la acogió y le ofreció protección, sino también la convirtió en una de las líderes innatas de su Iglesia.
El Papa Francisco sigue el mismo camino de quién le dio su nombre (San Francisco de Asís) y de Jesús el Nazareno. Le gusta vivir de una manera más humana, más simple; y le encanta predicar las enseñanzas de su iglesia sin temores. Durante su estadía en Brasil, Francisco no tuvo ningún problema en aproximarse a las personas, abrazarlas y acogerlas.
Sin embargo, lo más importante de su visita en Brasil surgió justamente cuando anunció su nueva visión en torno a los grupos discriminados por la sociedad. “Si alguien es gay y busca el camino del Señor y tiene buena voluntad, quién soy yo para juzgar”, explicó en una conferencia de prensa en pleno vuelo de retorno al Vaticano.
La posición de Francisco con relación a los gays es totalmente diferente a lo que anteriormente repercutía como política desde el Vaticano. Los gays eran referidos normalmente como homosexuales, como personas afectadas por problemas sicológicos y cuyas conductas eran pecados mortales y deberían ser condenados.
La Iglesia católica siempre fue una institución religiosa conservadora. Los cambios que ocurren en su interior son mínimos. Sin embardo, el camino que nos ofrece el nuevo sumo pontífice está bañado de esperanza.
Hay mucho que aprender de su visita a Brasil. Tal vez, durante su estadía, también se puede poner fin al celibato y abrir las puertas a las mujeres para que puedan ser sacerdotas.
El Vaticano tiene una parte humana, no es todo celestial. Lo humano debería ajustarse a los cambios de la sociedad.
(Humberto Caspa, Ph.D. es profesor e investigador de Economics On The Move)