¿Se podrá realizar una reforma migratoria?

Activistas llegados de diferentes partes de Estados Unidos se congregaron el pasado 10 de abril frente al Congreso, para reclamar el cese de las deportaciones.

Activistas llegados de diferentes partes de Estados Unidos se congregaron el pasado 10 de abril frente al Congreso, para reclamar el cese de las deportaciones. Crédito: EFE / Archivo

En política y en deportes se nos ha hecho ya costumbre gritar “Sí se puede”. Hasta el mismo Barack Obama tuvo por lema de campaña el “Yes we can”. Sin embargo, ya llegamos a septiembre y no estamos seguros de poder gritar un “Sí se puede” sobre la reforma migratoria.

Estamos en el mes de la patria, el mes de los mexicanos, el mes en el cual se debería estar votando la reforma migratoria en la Cámara de Representantes o al menos eso es lo que algunos de los republicanos nos dijeron antes del receso de verano. Con esta reforma migratoria se verían beneficiados unos 11 millones de indocumentados; y si bien no todos son mexicanos, sí la mayoría de estos.

Después de cinco semanas de respiro en la Cámara se retoma el debate. Sin embargo, durante estos últimos días el tema ha sido la posible invasión a Siria. Y Barack Obama, quien prometió a los hispanos la reforma migratoria desde la campaña de su primera elección para ganar la presidencia, se ha distraído en ese tema sin hacer mucho caso al tema migratorio.

Por su parte, el líder del Congreso, el republicano John Boehner, propone la discusión por partes y esperar el plan del Grupo de los Siete (que preparan cuatro demócratas y tres republicanos) el cual incluiría un proceso hacia la ciudadanía para los indocumentados. Boehner tendrá que ver la manera de negociar con todos los grupos.

La propuesta del Grupo de los Siete obligaría a los indocumentados a declarar que violaron la ley de Estados Unidos y entrarían en un estado de libertad condicionada por cinco años. Es decir, todo está hecho como para complicar aún más el proceso.

La propuesta de ley aprobada por el Senado a finales de junio propone una vía hacia la ciudadanía para aquellos indocumentados que demuestren haber estado en Estados Unidos desde antes del 31 de diciembre de 2011, sin antecedentes penales y que entreguen sus huellas digitales al Departamento de Seguridad Nacional. Y Si después esos pasos se completaran, aún faltaría un largo proceso que permitiera a los paisanos en Estados Unidos lograr su ciudadanía.

Mientras, en las iglesias católicas se hizo un llamado en las homilías sobre la reforma migratoria y grupos como el Consejo Nacional de La Raza (NCLR), el Reform Immigration Pro America y el National Immigration Forum lanzaron una campaña digital que consiste en enviar mensajes de texto a cada uno de los congresistas.

Por otra parte, el mismo fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y otros altos ejecutivos del mundo de la tecnología reforzaron esta jornada a favor de la reforma migratoria que han denominado el “Día D” o “Día Nacional de Acción”. Zuckerberg pidió también enviar mensajes de apoyo a través de redes sociales para presionar a los legisladores a fin de que aprueben una reforma migratoria.

Zuckerberg, fundó la organización FWD.US en la que participan otras personalidades de Silicon Valley como el presidente de Microsoft, Bill Gates, el de Google, Eric Schmidt y el fundador de Dropbox, Drew Houston.

Las presiones sobre la reforma integral se mantienen. Aún no se vislumbra hacia dónde se mueve y pesan más las informaciones sobre el partido Estados Unidos y México o la pelea de Mayweather contra “el Canelo” antes que los avances hacia la reforma migratoria que urge a los 11 millones de indocumentados. Incluso en México, poco se habla o se presiona para que se dé. Es claro que hay temas domésticos en los que se considera políticamente correcto no meterse, pero ¿cómo no hacerlo cuando tenemos una frontera compartida, una bicultura compartida, una economía compartida y ciudadanos compartidos?

En Estados Unidos vivimos ya 33.7 millones de mexicanos. Unos son indocumentados, otros más residentes y otros más ciudadanizados. Lo cierto es que no nos conocemos ni nos reconocemos como grupo. Estamos dispersos, con diversos intereses entre nosotros y peor aún se nota la distancia con los mexicanos en México. Es decir, nuestra fragmentación nos debilita en posiciones de negociación, de presión, de desarrollo económico y cultural que pongan a México por lo alto.

Valdría la pena revisar qué pasa con los mexicanos en Estados Unidos, cómo estrechar lazos que pongan de manifiesto esa biculturalidad e importancia económica que la zona deja para ambas naciones. Lo que no podemos permitir es que sigan cruzando mexicanos la frontera y que se mantengan escondidos en el limbo de la legalidad y pensemos que “sí se puede” apoyar una reforma migratoria integral.

Esta columna originalmente se publicó en Sinembargo.mx

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