Reforma energética en México: ¿Chile o Venezuela?

Manifestantes participan en una protesta contra la reforma energética.

Manifestantes participan en una protesta contra la reforma energética. Crédito: efe

Dentro de poco el gobierno mexicano aprobará una reforma energética de proporciones históricas. Enmendará una Constitución que ha prevalecido desde que Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo. Permitirá que los mexicanos conviertan valiosos recursos geológicos en riquezas económicas. Aumentará la importancia geoestratégica de México y restará protagonismo del Medio Oriente.

Es fácil imaginar lo bueno que podría traer esta reforma. Pero es importante hacer una pregunta inconveniente: ¿Traerá un costo político?

Comencemos con lo básico. La fundación de un sistema político es el pacto social entre el estado y su ciudadanía. Un sistema sano –en que el gobierno se siente obligado a responder a las demandas de los ciudadanos– solo es posible con un pacto equitativo.

Es por eso que cuando el estado quiere apropiar parte de nuestros ingresos (con impuestos, por ejemplo), tenemos el derecho a demandar los bienes y servicios que produce el gobierno con esos ingresos. Lo contrario sería un pacto injusto.

¿Que pasa si el estado no tiene que depender de nosotros para sus ingresos? ¿Es necesario un pacto justo si el estado adquiere sus ingresos sin la cooperación de los ciudadanos, como cuando es dueño del sector petrolero y puede incorporar en su presupuesto las ganancias de la venta de petróleo? ¿Siente la misma obligación hacia la ciudadanía?

Suenan como preguntas esotéricas. Pero en Latinoamérica hay el ejemplo de Chile, donde existe una democracia vibrante que responsablemente maneja su industria del cobre. Y también hay el ejemplo de Venezuela, donde el petróleo se maneja mal bajo un sistema que cada día se acerca más a una dictadura.

No cabe duda que en estos dos países hay una relación íntima entre la calidad de la democracia y el manejo del recurso natural más importante.

Por lo tanto, en momentos históricos, como cuando un país está por reformar su sector más importante, preguntas esotéricas también son puntuales. Para México, la pregunta es este: ¿Chile o Venezuela?

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