¿Cómo dijo? ¿Democracia?
Esta semana el diario The Washington Post valoró la Reforma Energética lanzada por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, como un “modelo” de democracia
Esta semana el diario The Washington Post valoró la Reforma Energética lanzada por el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, como un “modelo” de democracia al servicio de la población y afirmó que si se implementa, el país volverá a ser un referente en cuestión petrolera.
La aprobación, la semana pasada, por el Congreso mexicano de la reforma que busca modernizar el sector energético y abrirlo a la inversión privada es un “triunfo para Peña Nieto y abre la puerta para un despegue económico de México”, sostuvo el diario.
Y sus opiniones no quedaron ahí.
“En momentos en que la economía de Venezuela implosiona y el crecimiento de Brasil se estanca, México se está convirtiendo en el productor de petróleo latinoamericano a seguir de cerca, así como en un modelo de cómo la democracia puede ser útil para un país en desarrollo”, concluyó el periódico estadounidense.
¿Cómo dijo? ¿Democracia?
Ahora sí que como el chiste. “A mí que me registren”.
Una vez más los mexicanos (que creemos en la democracia y en el bienestar de la mayoría) tuvimos un extraño sentimiento de que nos pasaron por encima. Sí. Tal cual. Cuando pienso en democracia, pienso en decisiones pensadas que se toman a favor de los más.
Y cuando pienso en el petróleo o los energéticos en general, pienso en lo que hemos aprendido todos a lo largo de nuestra escolaridad: son símbolo de soberanía nacional y patrimonio de los mexicanos.
Con esto no quiero parecer simplista. Sólo estoy partiendo de la idea que prevalece en el mexicano medio.
Y si bien hay quienes ya dieron carpetazo y están alistándose para ver el Mundial 2014, hay otros más que apuntamos a fortalecer la democracia. Por un lado está el colectivo “El Grito más fuerte”, quienes apoyados por actores como Daniel Giménez Cacho y Damián Alcázar, lanzaron una campaña para impulsar una consulta ciudadana bajo la consigna “Yo también quiero que me pregunten”.
Esta propuesta parte de la premisa de que el gobierno “se resiste a ofrecer sistemas efectivos de participación”.
Mientras que para el Gobierno todo se ha hecho de manera democrática y bajo consensos. De hecho ayer mismo el mandatario afirmó que la rapidez con la que Congresos estatales aprobaron la reforma energética se debe al consenso político en el país.
Y es cierto. Hubo una gran rapidez para aprobar las reformas. PRI y PAN se aliaron para ir negociando los puntos. Al lado de ellos el Verde Ecologista y Nueva Alianza votaron a favor de la reforma. La izquierda, mientras, se va dividiendo y poniendo en riesgo su presencia en el debate.
Sin embargo, en todo esto ¿dónde está la ciudadanía? ¿En qué momento se ejercen las negociaciones de acuerdo con lo que piensan los representados?
Las discusiones van y vienen. La gran mayoría sin haber leído algunos de los puntos clave de las reformas.
Habiendo hoy más y diversas plataformas para comunicarse con la ciudadanía o para generar los debates, el PRI regresó aplicando su política de antaño. Avanzando en negociaciones a costa de lo que sea. Y como ya tuvimos experiencias de privatizaciones o de reformas como las de la Banca, las televisoras, la telefonía en las que ya sabemos quiénes ganan, no sería mala idea escuchar a los ciudadanos. Encontrar nuevas fórmulas para aplicar en las reformas peñanietistas. Es decir, no basta con cambiar cuestiones legales, falta que realmente estén internalizadas en la ciudadanía y los gobernantes de los diversos niveles para que los cambios sean a beneficio del país.
Si la manera de comunicarnos, aprender, trabajar ha cambiado. ¿Por qué no cambia la de gobernar? Se supone que los priístas nos dijeron hace un año que había ganado un PRI renovado, un nuevo PRI. Si es así entonces ¿por qué seguimos con prácticas que parecen del siglo pasado cuando era la época del viejo PRI? ¿Por qué no podemos hacer una consulta popular como lo promueve la Constitución nacional en el artículo 35? Dicho artículo señala, entre los derechos ciudadanos, “votar en consultas populares de trascendencia nacional”.
Unos dicen que porque las consultas populares tendrían que hacerse de manera previa a la reforma, otros más porque al final, en la letra chiquita, como dicen, no se consideran revocaciones a la ley. Sin embargo, bien valdría la pena entender cómo deberían interactuar hoy en día los ciudadanos y sus gobiernos, las empresas y sus trabajadores con la irrupción de la tecnología y la participación.
Don Tapscott, el canadiense especializado en cambios organizacionales señala que hay cuatro principios básicos para abrirse al mundo contemporáneo.
Para Tapscott es importante abrir todas las instituciones a la nueva generación que no le tiene miedo a las tecnologías. De hecho, considera que estamos en un punto de inflexión en la historia humana, donde por fin podemos reconstruir muchas de las instituciones de la era industrial en torno a un nuevo conjunto de principios. Principios, claro, que deberían tener presentes los políticos de cualquier partido si quieren modernizarse y lograr el impacto real entre los gobernados . Los principios son: Colaboración, transparencia, compartir información y empoderamiento.
Cuando hablamos de colaboración debería pensarse en que las líneas divisorias entre las organizaciones son cada vez más fluidas y abiertas. Las industrias, por ejemplo, no ven a los clientes como tales, sino como colaboradores o emprendedores, como agentes de cambio. No hay más líneas verticales y sin diálogo.
De ahí que se haga importante el segundo principio y que tanta falta hace en el país a pesar de tener un instituto dedicado a ello. La transparencia. En este caso nos referimos a que la comunicación entre las partes interesadas debe ofrecer información pertinente. Todos deben saber de manera abierta quiénes y cómo se negociarán los cambios.
Es en este sentido que se comparte la información en las dos vías. No hay una sola vía. No hay confrontación, sino diálogo abierto con información clara, no con adjetivos o con descalificaciones como ha ocurrido en diversas ocasiones en el congreso mismo. Aún cuando se hable de valores como el de la soberanía o la independencia nacionales.
¿Y qué porque hay todos estos principios? Para llegar a lo que se ha llamado el “empoderamiento” del ciudadano. El empoderamiento no es otra cosa que el proceso por el cual se aumenta la fortaleza política, social o económica de los individuos y las comunidades para impulsar cambios positivos de las situaciones en que viven. Esto, por lo general, implica el desarrollo en el beneficiario de una confianza en sus propias capacidades. De esta manera el conocimiento se descentraliza. Se comparte y las reformas, al igual que cualquier cambio se siente como parte de una decisión nacional, como ocurrió en aquel 18 de marzo de 1938. No es de a gratis que justo el petróleo sea un elemento clave en lo económico, por supuesto, pero también en lo cultural, ideológico o de identidad nacional.
Por eso es que si necesitamos transformar la industria energética a partir de la investigación tecnológica, terminar contra la corrupción, generar más recursos y empleos, así como lograr mayores beneficios para los mexicanos, ¿Por qué no somos todos los mexicanos los que participamos de la consulta y de la decisión?
Cuando hablan en el Washington Post de México como un modelo de cómo la democracia puede ser útil para un país en desarrollo, no es más que una frase sacada de un comunicado de prensa. De nada sirve la tecnología o las capacidades para tener más información si no la utilizamos, la compartimos, la debatimos y realizamos consensos.
Para México la democracia es y debe ser mucho más que un voto.
Tenemos reformas en lo educativo, lo fiscal, lo político, la energía y no nos hemos hecho escuchar. No se trata tan sólo de manifestarse en la calle o de rechazar y ver como rijosos a los que no aceptan los cambios. En ello no hay diálogo, ni consenso. Solo rechazo y división.
Las tecnologías y las nuevas maneras de comunicación deberían demostrar que hemos crecido como ciudadanos gobernados, pero también como gobernantes. Y en ese sentido parece que a un año en la administración presidencial el nuevo PRI sigue siendo el viejo PRI y que muchos ciudadanos siguen aceptando el paternalismo como forma de gobierno.