Columna: Ser bilingüe vale por dos
Todos los latinos deberíamos asegurarnos de que nuestros hijos sean bilingües. El bilingüismo trae ventajas cognoscitivas, académicas y sociales. El que es bilingüe puede tener mayores ganancias, mejor aprovechamiento en la escuela y mejor comunicación con la familia. El ser bilingüe vale por dos.
Es por lo tanto nuestro deber exigir que las escuelas públicas de Nueva York le den a nuestros niños lo que se merecen: una educación bilingüe. Eso puede garantizar que nuestros niños desarrollen destrezas tanto en inglés como en español para que puedan leer noticias publicadas tanto en este periódico como en el New York Times. El monolingüismo es cosa del pasado y no del futuro de un mundo global en el siglo XXI.
La educación bilingüe se ha propagado por el mundo entero. Cualquier padre de familia en Latinoamérica, Europa o Asia quiere que su hijo vaya a una escuela bilingüe. ¿Por qué entonces no es así en Nueva York? En parte es por tradición. La educación pública en los Estados Unidos generalmente funciona solamente en inglés, aunque no ha sido así siempre.
En el Nueva York de la década del 60, hubo un esfuerzo por parte de la comunidad puertorriqueña para que sus hijos, que llegaban sin hablar inglés de la isla, recibieran una educación bilingüe. La educación bilingüe transicional se estableció en la ciudad a partir de esa época. Basada en la idea de que al niño hispanohablante había que educarlo aún si no hablaba inglés, la educación bilingüe transicional ha provisto la posibilidad de educar a todos los niños recién llegados a medida que adquieren el inglés. Pero a pesar de sus continuos logros, este programa no desarrolla el bilingüismo del niño.
Es entonces vital que también aumente el número de programas que sí le den a nuestros niños posibilidades de un futuro bilingüe. En Nueva York, esos programas llevan el nombre de educación bilingüe dual (dual language). A veces incluyen estudiantes que no son latinos, pero en algunas comunidades los programas incluyen estudiantes latinos que tienen diferentes perfiles lingüísticos: algunos ya no hablan español, otros no hablan inglés, y otros tienen diferentes destrezas bilingües. Estos últimos programas, sin duda alguna, ofrecen la mayor oportunidad para nuestros niños.
Tenemos que insistir. Nos toca, a nosotros los latinos, abogar por lo que sabemos va a ser nuestra ventaja en un futuro cercano: el ser hablantes tanto de inglés como de español, el ser norteamericanos bilingües.