Bajan las ventas en botánicas de NJ en Semana Santa

Un recorrido tras bastidores por estos negocios en Union City

Miriam Rodríguez es la administradora de la botánica La Nueva Milagrosa, ahora propiedad de su hijo.

Miriam Rodríguez es la administradora de la botánica La Nueva Milagrosa, ahora propiedad de su hijo. Crédito: Gerardo Romo / EDLP

UNION CITY, NJ — Según la guía telefónica, hay 22 botánicas en el corredor comercial alrededor de la avenida Bergenline, en Union City, Nueva Jersey. Una cifra que habla del misticismo, las creencias y supersticiones de la comunidad hispana al otro lado de Manhattan.

La más antigua es la muy espaciosa La Milagrosa, que desde hace ocho años, la administra Elizabeth Martínez (40), nativa de Chiapas, México. “La santería es un complemento de lo religioso. Un monaguillo católico viene y consume nuestros productos”, dijo Martínez, quien dice que los hay para la estabilidad laboral, para endulzar a la pareja. “Funcionan si los usas con fe. No trabajan si lo usas para ver qué pasa”.

La Milagrosa fue fundada, hace 47 años, por la pareja cubana conformada por Esteban y Zoraida Díaz. Su hijo Lazaro Fee, quien lleva el apellido de su abuelo inglés, cuenta que el establecimiento luego pasó a su hermana Reina Díaz, quien fue la última propietaria en la familia hasta que se mudó para Florida.

“Mis padres vendían para ganar, pero no eran santeros ni fanáticos”, aseguró Lazaro Fee, quien sufre de artrosis y debe ayudarse con un bastón. En ocasiones, ayuda en otra sucursal de La Milagrosa que sus padres abrieron a seis calles. Por razones jurídicas tomó el nombre de La Nueva Milagrosa, y la cubana Miriam Rodríguez es la nueva administradora del negocio, ahora propiedad de su hijo.

Curiosamente es en la Semana Santa, cuando los católicos aumentan su fervor, disminuyen sus compras en las botánicas.

“Las ventas bajan en Semana Santa. Los católicos no prenden muchas velas”, destacó Miriam. “Mis principales clientes son boricuas y cubanos y luego lo salvadoreños, colombianos y peruanos”.

La mujer, odontóloga de profesión, no es seguidora del sincretismo religioso, o sea del intento de conciliar distintas doctrinas, ni cree en hechicerías ni en ungüentos. “Si tiene precio lo vendo y ayudo a mi hijo con su propiedad”, dice.

La Santería funde las creencias de indios, negros y europeos en la época de la Conquista. Por ejemplo, al santo Oshún lo escondían y debajo de la Virgen de la Caridad del Cobre, porque en la colonia temían la mano dura de la evangelización y la inquisición. Ahora ambos están al mismo nivel.

“Si la gente tiene fe, si mantiene una vibra positiva, eso es lo importante. Vender estos productos me hacen sentir bien”, dice Rodríguez.

Rodríguez tampoco cree en el poder de los aceites, polvos y estampas que vende, pero conoce todas sus características y propiedades y por eso ayuda en La Nueva Milagrosa. Su jefa sostiene que aparece por hábito al antiguo negocio de sus padres. “Puede venir todos los días, tiene experiencia y me ayuda en cosas que no sé”.

También en la Bergerline, en la Botánica San Antonio predominan los perfumes, collares y brazaletes espirituales. En un estante, hay un general chino sin nombre de la época de las dinastías.

“Mis clientes son cubanos y mexicanos. Un buen día compran cuatro blancos”, dijo Juan, quien administra el negocio fundado por su abuelo cubano. “A veces vienen los Testigos de Jehová y dicen que nos vamos a ir al infierno y a continuación que Dios nos ama”.

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