Lobos de la vida cotidiana

Desde Hollywood se promueven personajes macabros, envidiosos e insaciables que impactan en la sociedad

Jordan Belfort.

Jordan Belfort. Crédito: Wikipedia

Al Grano

El dinero es lo que mueve sus emociones y regocija sus corazones. No importa cómo lo consigan: ilegalmente, engañando, haciendo trampas, robando lo que no les pertenece y pisoteando a sus amigos y hasta su propia familia.

Es más que un delito. Es legitimar la inmoralidad y el pecado solo con el fin de cumplir un sueño: ¡ser ricos cueste lo que cueste!

Jordan Belfort es un hombre de la vida real. En su historia se basó la película protagonizada por Leonardo Di Caprio y dirigida por Martín Scorsese: El Lobo de Wall Street, la cual he visto varias veces para entender el trasfondo de esa triste condición que revela los más bajos instintos humanos: sexo, lujuria, codicia y crimen.

La esencia de la película es obtener riqueza sin respetar las leyes y disfrutarla extralimitándose moralmente: abusando de las drogas, prostituyéndose y robando. En la cinta endiosan el dinero, la cocaína, el crack y la heroína. Se consagran a los estupefacientes como si fuese el mejor estímulo para tener la fortaleza de alcanzar la cima.

No conozco a Belfort ni lo quiero conocer. Él es el ejemplo de esos estadounidenses que fingen respetar la ley pero descaradamente la violan con la idea de que ser millonario es un privilegio que otorga la libertad de la nación. Argumentan que la felicidad es un derecho constitucional, pero, al parecer, lo hacen sin respetar la felicidad ajena.

Ese tipo de películas son las que han influenciado a los niños y jóvenes para cometer atrocidades, como lo hizo Elliot Rodger, el hijo de Peter Rodger, que fuese director asistente de la película Juegos del Hambre, quien recientemente protagonizó una matanza en Santa Bárbara, California, argumentando que era el “pago por la soledad, rechazo y deseos no cumplidos”. Elliot lo justificó en un video subido a YouTube, diciendo que siempre fue ignorado por las chicas.

En este caso, el joven de 22 años, ambicionaba poder dominarlas. Son las mismas metas que ha promovido Hollywood a través de los años, con personajes macabros, envidiosos e insaciables. Un ejemplo son las Kardashian, jovencitas sin cultura y educación que se han vuelto famosas haciendo reality shows basura. Son ejemplo de la decadencia humana. Mujeres que pretenden conseguir un reino casándose con hombres ricos y poderosos.

Así se basan muchas de las normas impuestas por una sociedad salvaje que vuelve a la gente perversa y ambiciosa.

Ninguno de esos personajes hollywoodenses es un héroe ni un ejemplo a seguir. Ninguno merece aplausos porque consiguen el dinero a costa de la ruina y la decepción de otras personas que sueñan con imitarlos.

Belfort es la figura gráfica de esos personajes ambiciosos cuyo afán es acumular riqueza a costa de los demás.

No merecen loas los corredores de bolsa como Belfort y tampoco los banqueros que arruinaron la vida de muchos estadounidenses al ser cómplices de la llamada burbuja inmobiliaria; tampoco debemos premiar con nuestra admiración a criminales como los narcotraficantes de las telenovelas.

El mejor dinero ganado es el que se consigue trabajando honestamente y no se le arrebata a quien confía en nosotros. Los héroes no son los lobos hambrientos.

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