Editorial: La farsa de Rick Perry

El propósito del llamado a la Guardia Nacional es obtener respaldo ante la elección de 2016

Rick Perry, gobernador republicano de Texas.

Rick Perry, gobernador republicano de Texas. Crédito: EFE

Mil efectivos de la Guardia Nacional de Texas serán desplegados en la frontera de acuerdo a la orden del gobernador de ese estado, Rick Perry. No está clara cual será la función de estas tropas, más allá de ser parte de una estrategia en la ambición presidencial del mandatario estatal para los comicios de 2016.

Según Perry, las tropas servirán para proteger a los “ciudadanos que están bajo ataque” por la llegada de miles de niños a la frontera que huyen de la violencia en Centroamérica.

Hay además varios políticos republicanos de Texas que respaldan a su gobernador, asegurando que todo tipo de mafia y delincuente está aprovechando la situación para entrar a Estados Unidos ya que, dicen, la Patrulla Fronteriza está distraida con los niños.

Como ficción apocalíptica eso suena bien, pero no hay nada más alejado de la realidad. El general John Nichols, a cargo de la Guardia Nacional dijo que su misión no es detener gente sino “referir” los inmigrantes. “Pensamos que van a venir y decirnos ‘por favor llevenos a un estación de la Patrulla Fronteriza,’” dijo Nichols a AP.

Todo esto es una farsa. No hay ninguna prueba que la frontera hoy sea mas peligrosa, sin embargo la crisis le permite a Perry reforzar su imagen de duro en la cuestión migratoria, lo que fue su debilidad en 2012, durante su fallida primaria republicana presidencial.

Desde que comenzó la crisis de los niños Perry ha querido aprovecharla. Primero quiso llevar al Presidente Obama a la frontera para obtener buenas imágenes para su campaña. Ahora demostró que en cuestión de seguridad fronteriza no le tiembla la mano para enviar tropas… contra la llegada de niños.

La actitud de Perry da vergüenza. Su explotación de la crisis, junto al coro republicano que lo respalda, es una apuesta a favor del miedo, la confusión y la ignorancia. Todo para sacar un rédito político.

Esta era una oportunidad para que el gobernador de Texas muestre liderazgo ante la llegada de los menores; para que despliegue su presunta capacidad de sortear con madurez desafíos de este tipo. Esa podría haber sido una carta de presentación atractiva en su plan de llegar a la Casa Blanca. Sin embargo, Perry optó por la peor reacción posible: la de un político ambicioso capaz de explotar la tragedia de los niños y militarizar la frontera solo para congratularse con el sector político más retrógrado en el debate sobre la inmigración.

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