Violencia doméstica y lo “bueno, lo malo y lo feo”

EE.UU. se endosa la tarea de gobiernos centroamericanos no pueden proteger a sus ciudadanas de una pareja que las abusa y menos las pueden proteger a ellas y sus hijos, de las pandillas y el crimen organizado

La violencia doméstica no es ajena a las familias de Estados Unidos.

La violencia doméstica no es ajena a las familias de Estados Unidos. Crédito: Shutterstock

Con dos pistoleros y un sargento corrupto como los personajes centrales, “El bueno, el malo y el feo” es un Spaghetti Western de 1966, del director italiano Sergio Leone, en el que la ubicación del bien y el mal es asunto de perspectiva. Casi 50 años más tarde, la realidad centroamericana imita a esta clase de ficción.

Lo bueno es el reciente anuncio de que “la Junta de Apelaciones de Inmigración de Estados Unidos” decidió que un grupo de inmigrantes indocumentadas centroamericanas, que huyeron de sus países “por sufrir violencia doméstica”, quizá podrían “estar amparadas por criterios de asilo”.

Algunas son madres de familia que ingresaron sin documentos para ello a EE.UU. con sus hijos menores de edad (niños y hasta bebés). Entre las solicitantes, las guatemaltecas argumentaron que acudieron a la policía de Guatemala “sin que ésta interviniera contra sus maridos”. Un caso similar ocurre con inmigrantes de otros países.

Lo malo es que EE.UU. se endosa la tarea de los gobiernos centroamericanos que, si no las pueden proteger de una pareja que abusa de ellas física y psicológicamente, menos puede proteger a ellas, y sus hijos, de las voraces pandillas y del crimen organizado.

Por eso, en Guatemala, 5,253 personas perdieron la vida violentamente en 2013. En promedio, hubo un homicidio cada hora y 42 minutos—lo que dura un partido de futbol, o menos de lo que dura una función de cine.

En El Salvador, entre enero y mayo de este año, se reportaron 957 casos de extorsión—en promedio, uno cada cuatro horas. El año pasado, se robaron un vehículo cada seis horas en Honduras, según reportes de prensa.

Lo feo es que, mientras tanto, algunos gobernantes y legisladores centroamericanos se ocupan de asuntos triviales.

Un ejemplo: en agosto, en el Congreso en Honduras se prohibió al personal femenino administrativo vestir licras, minifaldas y escotes pronunciados. Las diputadas (a quienes la medida no mencionó, pero abarcó tácitamente) lo calificaron como “machista”. Pero hubo diputados como Manuel Zelaya Rosales (presidente 2006-2009), quien ante el pleno del Congreso Nacional dijo que “los diputados iban a perder la motivación para asistir a las sesiones porque prohibieron las ‘minis’”. Es decir, no hay asuntos importantes que discutir. Ya hace unos 12 años, el Congreso Guatemala se les adelantó en el tema de los escotes y las “minis”, y en que varios diputados den muestras que también perdieron la brújula.

Ahora, algunos expertos en inmigración creen que la interpretación de la ley que hizo la Junta de Apelaciones de Inmigración, en EE.UU., podría generar en las próximas semanas un número masivo de solicitudes de asilo de migrantes centroamericanas por violencia doméstica. Además, está por verse es si estas mujeres no saltarán de la sartén a las brasas.

¿La sartén? Un informe oficial consigna que en El Salvador, sólo en 2009, hubo un promedio de 20 denuncias de violencia intrafamiliar por día. En 2011, en Guatemala, hubo un promedio de 91 por día. Para Honduras, este delito era la causa principal tras las muertes violentas de mujeres. El año pasado, según reportes de prensa, hubo cerca de 5,500 juicios por estos casos en juzgados hondureños.

¿Las brasas? Según el FBI, una mujer es agredida en EE.UU. cada 15 segundos. Además, las mujeres blancas, afroamericanas, las hispanas y no-hispanas, muestran cifras similares de violencia cometidas contra ellas a manos de sus parejas, y que afecta al 8 por ciento de la población femenina.

Y la violencia intrafamiliar que hace a algunas mujeres centroamericanas huir hacia EE.UU. es la misma razón que llevó a la mitad de las mujeres y niños que viven en la calle en EE.UU. a huir de sus hogares, según datos de centros de atención a víctimas de abuso doméstico.

Los casos de mujeres hispanas que perdieron la vida a manos de sus parejas, ya han hecho noticia en los EE.UU. durante días, o hasta semanas. ¿Un ejemplo? El caso de Nueva York de Deisy García, de 29 años, y sus hijas Yoselin y Daniela (de uno y dos años de edad), apuñaladas en enero pasado por el mexicano Miguel Mejía, pareja de García y padre de las niñas.

Así las cosas, ojalá que las mujeres y los niños que huyeron de sus hogares y su país, porque su gobierno no puede protegerlos, encuentren un respiro en EE.UU., y no una victimización mayor.

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