Y los Gigantes se volvieron dinastía
Conducido por un Madison Bumgarner histórico, y rompiendo todo tipo de récords y precedentes, San Francisco es el rey del mundo del béisbol
El béisbol es un deporte de principios y tradiciones que se han ido formando con el paso del tiempo, de las décadas. Es un deporte en el que, se asegura, un pitcher que es abridor no puede ni debe lanzar también como relevista.
Es una “ciencia” en la que se afirma que un lanzador que hizo 117 lanzamientos en un partido no puede regresar a la loma con apenas dos días de descanso y mucho menos realizar 68 disparos al plato, no se diga en el partido más importante de todos.
Es un juego en el que la historia demuestra que los equipos visitantes, cuando tienen que encarar un partido decisivo de ganar o morir, no pueden salir vencedores.
Los Gigantes de San Francisco de 2014 han reinventado este deporte de complejidades y de estadísticas; de centímetros y de rachas.
De la mano de un lanzador zurdo que ya ha grabado con letras de oro su nombre en la inmortalidad como el serpentinero más efectivo de la historia de las Series Mundiales, los Gigantes son campeones del mundo del béisbol otra vez, por tercera ocasión en los pasados cinco años.
Esta vez no fue con la amplia superioridad de 2010, cuando San Francisco derrotó a Texas en cinco partidos, ni con la magia de 2012, cuando el equipo de la Bahía, tras sobrevivir a seis juegos estando contra la pared durante los playoffs, terminó siendo invencible para Detroit en el Clásico de Octubre.
Esta vez fue en una batalla intensa, bien jugada y totalmente nivelada con los sorprendentes Reales de Kansas City. La diferencia fue el brazo y el corazón de Bumgarner, un hombre de campo de Carolina del Norte que una vez le dio de regalo de cumpleaños a su hoy esposa una vaca.
Estando en el montículo durante un inolvidable mes de octubre conduciendo a los Gigantes de manera magistral, Bumgarner se veía tan estresado con la pelota en su mano como si la tarea hubiese sido ordeñar una vaca, y no resolver encuentros de vida o muerte en terreno enemigo con 40,000 personas abucheándolo.
Así lo hizo en Pittsburgh para liquidar con blanqueada el juego de comodines de la Liga Nacional. Así lo hizo en San Luis, ayudando a los Gigantes a deshacerse de unos Cardenales que estaban crecidos. Y así lo hizo dos veces en Kansas City, en una siendo el vencedor y en la otra siendo el cerrador, con cinco innings en blanco para sellar la coronación.
Tres días antes, en San Francisco, había blanqueado a los Reales en una demostración que, dada la marcha de la serie, fue monstruosa, solamente superada por la faena del juego 7, cuando entró de relevo en la quinta entrada con ventaja de 3-2 y el manager Bruce Bochy ya no necesitó a nadie más de su bullpen, ni tampoco que su equipo hiciera más carreras. Bumgarner, o “Bum-Grande” se encargó.
“No estaba pensando en innings o en la cuenta de lanzamientos. Sólo estaba pensando en sacar outs, en conseguir outs hasta que ya no pudiera y que entonces viniera otro pitcher”, decía el miércoles Bumgarner con su típica seriedad en contraste con la locura que la ciudad de San Francisco experimentaba tras el elevado de Salvador Pérez que Pablo Sandoval capturó en terreno de foul para el out 27.
El “Panda” venezolano bien merecía el premio al Jugador Más Valioso tras disparar 12 hits en la serie, incluyendo tres en el partido de la coronación, mientras establecía un increíble récord de 26 imparables en una sola postemporada.
Pero lo de Bumgarner fue insuperable, fue asombroso. Terminó la serie con dos juegos ganados, uno salvado, apenas nueve hits permitidos y una carrera en 21 innings de labor, con 17 ponches y sólo una base por bolas.
Sumado a sus anteriores actuaciones en Serie Mundial, el hombre del cabello alborotado y la barba –no podía faltar barba en el out final recordando a Brian Wilson en 2010 y Sergio Romo en 2012– registra un promedio de carreras limpias de 0.25 que es el más bajo de todos los tiempos en Serie Mundial para lanzadores que tiraron al menos 25 entradas. En sus últimos 36 innings, la oposición consiguió sólo miserias contra el as de 25 años de edad: 14 hits y una carrera.
Y así, con triunfos en los juegos 1 (7-1), 4 (11-4), 5 (5-0) y 7 (3-2), es decir, tras haberse levantado de un 2-1 en contra en la serie, los Gigantes se coronaron por octava vez en su historia, tercera desde que son de San Francisco, y rompieron una racha de nueve Series Mundiales en las que el juego 7 fue ganado por el club local.
Por todas esas razones y por lograrlo en tiempos de agencia libre en los que es doblemente difícil mantener la consistencia, pero todavía manteniendo un núcleo de jugadores que son líderes del vestidor, y teniendo el mismo jefe (Bochy), estos Gigantes son una dinastía (la última vez que un equipo de la Liga Nacional ganó tres campeonatos en un lapso de cinco años fue entre 1942 y 1946, con los Cardenales).
Los ocho Gigantes dinásticos en el campo son, además de Bumgarner y Sandoval, los pitchers Tim Lincecum, Javier Lopez, Jeremy Affeldt – el vencedor del juego 7–, Romo y Santiago Casilla, además del receptor Buster Posey, el hombre que ha sido la piedra angular del equipo en esta era de campeonatos.
En cuanto a Bochy, se convierte en el décimo piloto con tres anillos de Serie Mundial. Los otros nueve son miembros del Salón de la Fama.