Cuba debe acabar con su propio bloqueo
En docenas de entrevistas que hicimos a empresarios cubanos durante los últimos 15 años para nuestro libro “Entrepreneurial Cuba: The Changing Policy Landscape”, Archibald y yo solíamos oír el refrán: “El que tenga tienda que la atienda, o si no que la venda”.
En el contexto cubano actual, el dicho significa que el Gobierno debería entregar al sector privado las “tiendas” que no ha logrado operar con efectividad.
En otras palabras, el embargo norteamericano, que fue declarado un “fracaso” por Barack Obama cuando anunció una nueva apertura diplomática hacia el gobierno cubano, no es el “bloqueo” principal que está obstaculizando la revitalización de la economía de la isla.
De hecho, allí es mucho más común oír críticas al “auto-bloqueo” (embargo interno) impuesto por el mismo gobierno cubano en contra del ingenio empresarial y los derechos políticos y económicos de su propio pueblo.
Desde 2008, Raúl Castro ha empezado a hacerle caso a la sabiduría popular, reduciendo el tamaño de la “tienda” estatal al transferir la producción de múltiples bienes y servicios a cooperativas y pequeñas empresas privadas.
No obstante, hace falta hacer mucho más para que los empresarios cubanos puedan contribuir plenamente al crecimiento económico.
El 70% de los nuevos trabajadores privados vienen de las filas de los “desempleados”, una cifra que indica que simplemente se legalizaron empresas informales ya existentes y que no se están creando nuevos empleos para absorber a los 1,8 millones trabajadores despedidos por el Gobierno.
Solamente un 7% de los trabajadores privados son universitarios y la mayoría trabaja en actividades de bajo nivel porque casi todos los empleos privados profesionales siguen siendo prohibidos.
Esta prohibición obstaculiza el uso productivo de la fuerza de trabajo cubano altamente calificada.
Para “acabar con el bloqueo” contra los empresarios cubanos hay que emprender reformas más profundas y audaces, entre ellas: apertura de las profesiones a la empresa privada; implementación de mercados mayoristas y crédito asequibles; acabar con el custodiado monopolio de estado sobre las importaciones; y relajar la presión fiscal sobre las pequeñas empresas.
¿Tiene Raúl Castro la voluntad política para profundizar sus reformas? La legalización y regulación de las muchas actividades creadas y puestas a prueba en el mercado por el sector empresarial cubano crearía más puestos de trabajo, una mayor calidad y variedad de bienes y servicios a precios más bajos.
Pero estos beneficios vendrían a costa de permitir mayor autonomía económica