Editorial: Contra la tormenta, inversión

La MTA necesita $32 mil millones para reparar los trenes, pero faltan $15 mil millones, que nadie parece querer aportar.

La MTA necesita $32 mil millones para reparar los trenes, pero faltan $15 mil millones, que nadie parece querer aportar. Crédito: Mariela Lombard / EDLP

Pasó la tormenta con menos daños de lo previsto. Pero muchos pagarán el coste de unas decisiones que han paralizado la ciudad. El gobernador Andrew Cuomo y el alcalde Bill De Blasio fueron cautelosos y decretaron un cierre de carreteras, de los trenes y del transporte público que ha impedido trabajar a muchos y ha mantenido cerrados abundantes negocios, sobre todo los pequeños. El problema no es un error meteorológico ni el exceso de prudencia: la clave es invertir y modernizar las infraestructuras y un sistema de transporte indigno de una ciudad como Nueva York, que debe seguir siendo una de las capitales del mundo.

La batalla política no puede centrarse en si las precauciones fueron excesivas o quién las tomó. La mayoría de la gente volvió a salvo a sus casas y se evitaron accidentes, los niños disfrutaron la nieve y el día sin colegio, pero muchos padres sufrieron por no tener con quien dejarlos, y sobre todo por un día de trabajo y de sueldo menos.

La MTA necesita $32 mil millones para renovar los trenes, pero faltan $15 mil millones y nadie parece dispuesto a aportarlos. Cuomo propone conectar el aeropuerto de La Guardia con la red de transporte público pero como buen conservador fiscal no quiere emplear $5 mil millones de dólares de superávit para invertir urgentemente en unas infraestructuras avejentadas que cuestan cada día mucho dinero a todos, pero especialmente a los que pagan la subida de los billetes sin ver mejoras en el servicio.

La tormenta costó más de $160 millones de dólares en salarios, según varios cálculos, y los comerciantes todavía valoran las pérdidas. Otros no perdieron tanto. Wall Street funcionó con sus redes propias de alta velocidad y los barrios exclusivos no sufrieron las colas de la tarde en los trenes y en los supermercados.

La solución no es cerrar el metro por la nieve por primera vez en 110 años. Tampoco culpar a los meteorólogos, que ya han pedido disculpas. Arreglen los trenes, los puentes y los buses, y dejen de presumir de impuestos bajos, especialmente para el 1% de los más ricos. Basta de demagogia fiscal y alcancen acuerdos para invertir con sensatez en una ciudad que lo necesita.

Ésa es la tarea, el desafío y la respuesta que Cuomo y De Blasio deben dar a Nueva York.

Editorial: Investing to weather the storm

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