Editorial: La temporada del descontento
Los líderes partidarios no anticiparon el sentir de las bases que soprenden con su favoritos
El período de elección presidencial está por comenzar con las asambleas electorales de Iowa de la próxima semana. Los precandidatos de ambos llevan meses en campaña activa, realizando debates y descubriendo que en este ciclo el disgusto es el sentimiento prevaleciente entre los votantes. Un factor que dio vuelta las expectativas previas.
La anticipada rivalidad entre dos dinastías políticas, Hillary Clinton por los demócratas y Jeb Bush por los republicanos, parece haberse esfumado entre la frustración y el enojo de las bases partidarias. Tanto los progresistas como los más conservadores están cansados de un sistema trabado en Washington que no les permite avanzar su agenda, a los demócratas que tienen la Casa Blanca ni a los republicanos que dominan el Congreso. El sentimiento prevaleciente es el anti-establishment.
En el lado republicano se vive una guerra interna ante la posibilidad que el millonario Donald Trump se alce con la nominación, gracias a un populismo recalcitrante. La opción más realista al día de hoy es el senador Ted Cruz, que es rechazado por los líderes partidarios. Puede haber cambios a lo largo de la contienda, lo cierto es que a Bush lo sorprendió Trump y el sentimiento antigubernamental.
Es a Hillary Clinton quien no debería haber sorprendido el sentir de los votantes. Otra vez, como en el 2008, corre peligro su supuesta coronación como candidata presidencial demócrata. Igual que hace unos años, ella es vista como una candidata del establishment que no despierta el entusiasmo en la base partidaria. Las dificultades que tiene con el uso del e-mail personal, durante su gestión como Secretario de Estado, es una muestra de que la desconfianza es su punto más débil como candidata.
El establishment de ninguno de los dos partidos anticipó el sentir de su base. La preocupación por la inequidad de ingresos está haciendo surgir al senador Bernie Sanders, porque Clinton es considerada como demasiado cercana a Washington. Mientras que un empresario/celebridad se gana la confianza entre los republicanos -cansados de Washington- tan solo por decir lo que piensa.
En los próximos meses la situación puede ir cambiando. El éxito en noviembre dependerá del partido que movilice mejor a su base y quien tenga un candidato que atraiga el voto independiente. Esa no es una meta fácil en la temporada del descontento.