Editorial: Contra Trump
El país más poderoso del mundo corre peligro si triunfa el autoritarismo
En las primarias de ayer Donald Trump siguió acercándose vertiginosamente a convertirse en el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.
A la misma velocidad, Estados Unidos se acerca a un vórtice político y social sin precedentes, a una crisis histórica en la que se manifestarán las tendencias que se fueron cristalizando en los últimos años.
El país más poderoso del mundo, y a través de elecciones democráticas, está en riesgo de deslizarse hacia un gobierno autoritario, racista, divisivo, agresivo y militante.
Para los latinos es un candidato que ha insultado a la comunidad y cuya campaña se basa en la hostilidad hacia ésta y la idea quimérica de deportar a todos los indocumentados.
Y para todos los estadounidenses, es quien ha hecho de la violencia una ideología. Muy claramente, ha amenazado y atacado a latinos, mujeres, afroamericanos, musulmanes y a todo quien no esté de acuerdo con su extremismo. Por eso, no debería haberle sorprendido que los atacados a su vez reaccionaron el viernes y se hicieron presentes en sus reuniones para protestar.
Aunque se tiende a identificar ese tenebroso futuro con la personalidad de Trump, él no es sino el espejo de un país polarizado, dividido por razas y por opiniones políticas que no admiten el compromiso.
Se trata de una crisis existencial del partido Republicano de Estados Unidos. El partido que fue de Lincoln.
Una división de la que el GOP tenía conciencia desde hace años pero que logró postergar una y otra vez.
Hasta que Trump quebró los postulados históricos, irrumpió en la continuidad histórica y aceleró la disolución.
Trump es al mismo tiempo instigador y provocador, el creador de un nuevo movimiento e ideología, y el resultado y acelerador de una situación ya existente. No respeta las reglas sociales de tolerancia y protección de los derechos ajenos. Su campaña despertó a supremacistas blancos y a grupos neonazis que lo apoyan. No podemos ser indiferentes a ello.
Nuestra comunidad está bajo ataque. Un partido político basado en la superación personal y las oportunidades para todos derivó en un caos donde reinan el odio y el fanatismo. Los esfuerzos de años del GOP para acercarse a los hispanos desaparecen en la retórica del racismo.
Es una amenaza contra todos. Y aunque no llegue a la presidencia de nuestro país, el suyo es un movimiento con el que deberemos lidiar por años y que cambió de raíz la estructura política nacional.