El papa Francisco llamó a no caer en la trampa de ser cristianos sin esperanza
Durante la Vigilia Pascual, el Sumo Pontífice encabezó uno de los ritos de Semana Santa, donde hizo una autocrítica de la Iglesia
CIUDAD DEL VATICANO.- “Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida”.
Este fue el pedido que hizo el papa Francisco hoy durante la vigilia pascual, la celebración más importante del año litúrgico, que evoca el pasaje de la muerte a la vida de Jesús. En esta ceremonia, también llamó a decirle “no” a los miedos y a la oscuridad y advirtió a la propia Iglesia católica que si no sale de sí misma y no “resucita” en su corazón alegría y amor “seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo”.
Como es tradición, el rito, muy sugestivo, comenzó en el atrio de la Basílica de San Pedro, donde el Papa bendijo el fuego y el cirio pascual. El templo se encontraba entonces a oscuras. El cirio prendido, llevado en procesión, con el que se fueron prendiendo las velas de los fieles, simbolizaba el ingreso de la luz, Cristo, del mundo de las tinieblas del pecado, la soledad y la muerte.
En una ceremonia en latín, con lecturas en español, inglés e italiano, y bellísimos cantos, en su sermón Francisco se centró en la figura de Pedro, que como otros apóstoles no creyó el testimonio de las mujeres que aseguraban que Cristo había resucitado.
“Es más, lo tomaron por un delirio”, destacó. “Hay en cambio un detalle que marca un cambio: Pedro no se quedó sentado a pensar, no se encerró en casa como los demás. No se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada. Buscó a Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza y, tal como estaba, se levantó y corrió hacia el sepulcro, de dónde regresó admirándose de lo sucedido”, dijo.
Comienzo de la resurrección
“Este fue el comienzo de la «resurrección» de Pedro, la resurrección de su corazón. Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla”, agregó. Tras destacar que lo mismo había pasado con las mujeres, conectó esos hechos del Evangelio con la actualidad del mundo de hoy.
Y fue más allá. “El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida. Hay tanta necesidad de ella hoy”, admitió.
Seguridad como nunca se vio
Las 7000 personas presentes en la Basílica lo escuchaban en silencio, en un clima de gran recogimiento. Para llegar hasta allí, como sucedió ayer para el Vía Crucis, los fieles debieron sortear varios controles y detectores de metales, en una ciudad militarizada como nunca en una Semana Santa blindada por temor a atentados después del horror de Bruselas.
Como es tradición, en la segunda parte de la liturgia Francisco bautizó, confirmó y dio la primera comunión a doce adultos, ocho mujeres y cuatro hombres: seis oriundos de Albania, dos de Corea del Sur y uno de Italia, Camerún, India y China. La más joven del grupo, la china Li Zhang, de 22 años, decidió bautizarse con el nombre de Mary Stella.
Mañana, luego de celebrar la misa de Pascua en la Plaza de San Pedro, Francisco impartirá desde el balcón central de la Basílica de San Pedro la “bendición urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo.
Por Elisabetta Piqué para La Nación