El Papa deplora terrorismo y pide diálogo en Venezuela
El Papa volvió a hacer hoy un fuerte llamado a la paz y deploró el terrorismo
Roma – En un mundo aún desconcertado por el horror de Bruselas y en un Vaticano blindado como nunca por temor a atentados, en su tradicional mensaje pascual el papa Francisco volvió a hacer hoy un fuerte llamado a la paz y deploró el terrorismo, “esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo“.
Al hacer un repaso de los conflictos que azotan al mundo, al margen de mencionar Siria, Irak, Yemen, Libia, Ucrania y el conflicto palestino-israelí, sorprendió al pedir diálogo en Venezuela.
“Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”, dijo.
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El Papa como siempre habló desde el balcón central de la Basílica de San Pedro al mediodía, después de haber celebrado la Misa de la Resurrección en una Plaza de San Pedro colmada de fieles de todo el mundo. Entre ellos, los ex reyes de Bélgica, Alberto II y Paola, que saludó especialmente después de la ceremonia. En una jornada de sol primaveral, también saludó a la multitud, que lo aclamó al grito de “¡Viva el Papa!”, cuando recorrió en papamóvil la Plaza e incluso la Via della Conciliazione. Para la ocasión, el sagrato se encontraba decorado con bellísimas flores donadas por Holanda, que el Papa agradeció públicamente.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!”, arrancó Francisco, en un mensaje en el que destacó que “ante las vorágines espirituales y morales de la humanidad, ante al vacío que se crea en el corazón y que provoca odio y muerte, solamente una infinita misericordia puede darnos la salvación”. “Sólo Dios puede llenar con su amor este vacío y hacer que no nos hundamos”, aseguró.
En su cuarto mensaje pascual, Jorge Bergoglio lamentó la situación de inmenso sufrimiento que se da hoy. “El mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles“, reconoció, al evocar especialmente 18 realidades conflictivas del planeta.
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Pidió por Siria, “un país desgarrado por un largo conflicto, con su triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil”. Y alentó las negociaciones en curso para un conflicto que cumplió recientemente 5 años y que produjo miles de muertos y desplazados.
“Encomendamos al poder del Señor resucitado las conversaciones en curso, para que, con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de paz y emprender la construcción de una sociedad fraterna, respetuosa de la dignidad y los derechos de todos los ciudadanos”, dijo. Se refirió después a la explosiva zona de Medio Oriente, mencionando en especial Irak, Yemen y Libia y al conflicto palestino-israelí, para el cual llamó a “trabajar en la construcción de los cimientos de una paz justa y duradera a través de negociaciones directas y sinceras”.
Luego de alentar a una solución definitiva para la guerra en Ucrania, expresó su cercanía a las víctimas del terrorismo, “esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil“.
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Antes de mencionar por primera vez en este tipo de mensaje a Venezuela, recordó también a los países de África lacerados por tensiones políticas y sociales, como Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y Sudán del Sur.
Llamó a promover en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, “lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos”, y volvió a señalar el drama de los cientos de miles de desplazados -50 millones- que hay en este momento en el mundo. “Son una muchedumbre cada vez más grande de emigrantes y refugiados -incluyendo muchos niños- que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social.
Estos hermanos y hermanas nuestros, encuentran demasiado a menudo en su recorrido la muerte o, en todo caso, el rechazo de quien podrían ofrecerlos hospitalidad y ayuda”, clamó. El jueves pasado, en otro mensaje fuerte a los políticos en una Europa que le cierra las fronteras a los migrantes, Francisco le lavó los pies a refugiados de un centro de acogida de las afuera de Roma.
Pidió también que la cita de la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por motivos étnicos y religiosos.
Como no podía ser de otra manera luego de su encíclica “Laudato sí, sobre el cuidado de nuestra casa común”, deploró el maltrato y la “ávida” explotación de la Tierra y se refirió especialmente a las zonas afectadas por los efectos del cambio climatico, que provoca sequía, inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta.
Mencionó asimismo a “nuestros hermanos y hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre de Cristo”; “a quienes en nuestras sociedades han perdido toda esperanza y el gusto de vivir, a los ancianos abrumados que en la soledad sienten perder vigor, y a los jóvenes a quienes parece faltarles el futuro”. Y los llamó a no perder la esperanza. “¡Cuánta falta nos hace hoy (la esperanza)”, exclamó.
Después de impartir la bendición “urbi et orbi”, agradeció a la multitud que lo vivaba, su presencia, volvió a desear Feliz Pascua y se despidió con su clásico: “No se olviden de rezar por mí, buen almuerzo pascual y ¡Arrivederci!”.